Qué ironía. Mientras ayer en la mañana líderes de la etnia wayuu en La Guajira denunciaban la muerte de otros cinco menores por enfermedades asociadas a la desnutrición, el Departamento Nacional de Planeación-DNP- aseguraba que en Colombia se desperdician al año 9,76 millones de toneladas de comida al año; es decir, se pierde el 34 por ciento del total de los alimentos que el país podría consumir durante un año (por cada tres toneladas de comida disponible en Colombia, una tonelada va a la basura).
Para ser más gráficos, imaginemos a los niños flacos, de ojos profundos y pelo débil por un lado, y en el otro un cesto de basura con mucha comida podrida, desechada porque nadie la quiere comer. No es justo. Pero esta es la realidad de Colombia y lo afirman los cálculos que hizo el DNP con base en la metodología de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la Cruzada Nacional contra el Hambre de México, la cual tuvo en cuenta cinco etapas de la cadena de los alimentos: la producción agropecuaria, la poscosecha y almacenamiento, el procesamiento industrial, la distribución y retail y la etapa de consumo en los hogares.
Estas cifras deben generar algo en el país. En los ciudadanos, en los gobernantes, en los políticos, en las organizaciones sociales que tanto golpe de pecho de dan con el discurso de hacer bien lo que no puede hacer el sector público.
En el Cesar también hay hambre, y aunque las cifras oficiales del Dane indican que la pobreza ha disminuido en el departamento y su capital, la realidad es que muchas personas, incluidos menores de edad, solo se alimentan una vez al día. La desnutrición infantil provocó la muerte en el año 2015 de 16 niños de los 250 que murieron el año pasado por esa causa. Y en estos primeros meses de 2016 también se siguen registrando muertes por desnutrición, ya van tres casos.
No hay compasión con el hambre de la población. ¿Qué hacer para que esa comida que hoy se pierde, llegue a las manos de los que tienen hambre? ¿Es tan difícil? El DNP recomendó mejorar las etapas de producción, almacenamiento y procesamiento industrial porque de cada 100 kilos de comida que se daña, 64 kilos lo hacen en esas etapas, lo cual genera, entre otras cosas, que los productores obtengan menos rentabilidad. Si la cadena se ajusta y se encamina a fortalecer la seguridad alimentaria de las zonas más afectadas por la desnutrición, como La Guajira y el Cesar, se pueden disminuir estas cifras tan dolorosas para todos.
Que los programas que con plata de todos se ejecutan a la largo y ancho del país para acabar con la pobreza y la desnutrición sean más transparentes, que lleguen a donde tienen que llegar y que exista alrededor de éstos más control.