“Pertenecemos tanto a la nada que no alcanzamos a comprender que somos nada. Pero vivimos ensayando y en los ensayos, es allí, donde solo tienen cabida los errores”.
No podemos ni debemos seguir ensayando. Definitivamente el sistema político administrativo y social de este país, como lo hacen ver las clases políticas racionales de todas las direcciones, no se arregla con la elección de un presidente, pues este de cualquier afiliación e ideología no tendrá nada que hacer si el sistema de anarquía bastante complicado que existe, sigue a la vanguardia en la dirección y manejo del accionar cotidiano, que hoy, la costumbre se ha convertido en norma simuladamente aceptada por una población sin criterio, ni personalidad, ni carácter, pues su mayoría, azotada por las necesidades acompañadas de la ignorancia, se tienen que arrodillar ante la intimidación del hambre.
Cualquiera con dos dedos de cabeza puede ser presidente de este país, pero no solo se requiere ser honesto y sensato, sino acompañarse de una clase política alejada totalmente de la insensatez e injusticias y con sentido social ecuánime que nos haga ver y sentir que viviremos bajo un verdadero estado de derecho y así nuestros deberes saldrán a relucir por todas partes y con la frecuencia requerida.
Si no se acaba con el estado de deterioro total del sistema hasta ahora vivido, seguiremos bailando la danza de los idiotas útiles cuyos pasos no necesitamos ensayarlos pues los conocemos a la perfección y se nos llena más la boca cuando vociferamos contra los acontecimientos de rutina sucedidos, que cuando deseamos que se implante el respeto, la equidad, que impere la ley con todo su empeño, entonces callamos como presas fáciles del temor y del olvido.
No es un presidente quien arregla este o cualquier país, pues en todas partes estos acontecimientos son similares, pues los sistemas obtusos están tan arraigados, como siempre sembrados por unos pocos, en donde la mayoría, supuestamente los que quieren el cambio hacia la legalidad y justicia total, permanecen dormidos en la indiferencia por la falta de espíritu y de lucha, que tanto hace falta para destruir cualquier tropiezo de los que siempre ponen en el camino los miserables del destino.
Creo que es hora de ir despertando y empezar a darnos cuenta de lo que representa un voto bien concebido, pero hay que invitar primero, para que participen en los actos electorales solo aquellos que reúnan los valores básicos que exige la humanidad actual, para que, así como se está empezando a trabajar por los programas ambientales, por ejemplo, también lo hagamos por lo temas legislativos, ejecutivos y judiciales en donde han tomado fuerza los actos deshonestos que están acabando con todos.
Da desconsuelo total cuando oímos exponer sus programas a los diferentes candidatos sin el uso de la modestia y la humildad, pero si llenos de odios algunos y desesperación en otros, que con conocimientos de causa o no, ninguno sabe para donde va y la mayoría solo piensan en partir el pan con el mismo cuchillo, sin pensar en el corte equitativo y justo, ya que la vanidad y las obsesiones les impiden pensar y actuar por el camino debido.
Hay pocos candidatos buenos; los demás están agrupados en pequeños grupos oligárquicos que toda la vida se han creído dueños de nuestro territorio, enfermos de dinero, abolengos y linaje, que trastornan sus mentes llenándolas de mentiras, prepotencias y soberbias, cuyas falsas alianzas pronto se rompen, casi siempre por aquellos que a la par han vivido del estado, que creen que son los únicos merecedores de las posiciones de manejo y mando, pero que nunca han trabajado por el bienestar social y aparecen ahora, en los momentos políticos, para crear caos y confusiones.
Pero ojo; aun así, hay candidatos buenos que saltan a la vista con una sencillez normal que es fácil identificarlos. Están en todas las regiones y también en nuestra región Atlántica. En fin, en cualquier latitud que estén, vamos con ellos y empezaremos a construir las cosas con el prototipo de la verdad y la justicia.
Para trabajar con acierto por la sociedad en que vivimos, hay que lanzar el odio a la basura y luego quemar esta para que el humo generado desaparezca en el universo
Por Fausto Cotes N.