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Ni por el putas lo voy a dejar

Lo prometido es deuda y las promesas se pagan, ahí soy cumplido y además son muchos los amigos que me leen todos los viernes y extraños que se me acercan y en tono muy amigable me manifiestan que son asiduos lectores de esta columna y por ello me preguntan cuál es el daño que me ha hecho el dominó, con mayúscula, y que sí es así por qué lo sigo jugando. Y les contesto que no tiene ninguna gracia que se los diga, que más bien les agradezco que me lean el viernes donde se los cuento.

Bueno, hoy es viernes y ahí va el cuento: a veces estoy sabroso, satisfecho y alegre reunido en el cumpleaños de uno de mis cuñados y cuñadas o hermanos míos, que no pelan un festejo y cuando estamos en lo mejor, a las 3 me da “dolor de cabeza, me duele una pierna o un brazo” y anuncio que me voy y entonces mi cuñado Rodrigo, como es su costumbre y estilo, grita: “Eso es mentira, él no tiene na, prefiere irse a jugar dominó que estar con nosotros, no vieron que le hicieron tres llamadas, esos son Toño, Leo e Hilario”, y es verdad, que son ellos que desesperados me llaman para completar el cuarto. 

Ese es un daño que me ha hecho el bendito Dominó, abandonar casi por completo a la familia y amigos y también a mi otra diversión predilecta como es el billar. El dominó colma todo mi tiempo y me ha alejado de cualquier otra actividad y voy a tener que destinar dos días de la semana para tirar taco en la Academia, pues ya en el Club Valledupar no hay jugadores y sus directivos se empeñan en prohibirnos a llevar a compañeros que no son socios a echar un chiquito y con ello han conseguido que la elegante y cómoda sala de billar ‘Alfonso López Araújo’ permanezca vacía y triste y van a tener que pensar en reubicar los billares a un salón más pequeño y dejar un billar grande, otro mediano y una buchacara y usar el actual en las grandes y magnificas fiestas que programan a cada rato.

En estos días, hice el esfuerzo y en la tarde dejé “la pelá y el doble seis” y acepté la cordial invitación que me hizo mi amigo, pariente y vecino el doctor Leovedis Martínez como presidente de la Academia de Historia para que escuchara a los distinguidos conferencistas Simón Martínez Ubarnes y Tomás Darío Gutiérrez en el lanzamiento del libro “Ilustres Desconocidos”, del primero de ellos. Confieso que quedé fascinado de la sapiencia y grandes conocimientos de este par de monstruos de la cultura vallenata, no son pozos de sapiencia, sino manantiales donde fluye un verbo que embelesa, especialmente Tomás Darío que yo no sé cómo en esa cabeza pequeña, porque no es cabezón, le caben tantos nombres raros y sucesos que solo él conoce de las diferentes etnias que habitaron y habitan esta región. Quedé embelesado, pues tenía mucho tiempo, por culpa del dominó de no asistir a ningún acto cultural; ese es otro daño que me hace el bendito juego, incumplir con las invitaciones que en materia de literatura y cultura me hacen, creyendo que yo sé mucho de eso, cuando no sé na.

¿Seré capaz de alejarme de mi diversión predilecta y dejar viendo un chispero a mis cofrades? Vamos a ver, yo creo que no, porque uno hace lo que más le gusta y a mí lo que me encanta es jugar dominó con esa partía de mañosos y pícaros, ese es mi mundo, pero sí voy a dedicarle dos días de la semana a tirar taco y departir con mi hermano Tico, Manuel Valdés, Orlando Calderón, mi compadre Jaime Céspedes, “El Chiqui” y Óscar Tom, entre otros, en la Academia de Billares Mundial. 

Ni por el putas que yo deje mi diversión predilecta, el bendito y sano juego del dominó.

Por: José Manuel Aponte Martínez.

Categories: Columnista
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