Por el afán de la carrera contrarreloj, yo creía que el Gobierno (léase presidente JM Santos), en el acuerdo final de La Habana le concedería mucho más a las Farc, pero al leer lo pactado entre los delegados de ambas partes, me sorprende que es un arreglo justo; es decir, ni más ni menos de lo que debía conceder.
Quienes digan que hubo exceso de concesiones a las Farc son unos necios intransigentes, cuyos intereses difieren radicalmente con lo dispuesto en la Constitución Política y demás leyes de nuestro país que por supuesto buscan bienestar para todos los colombianos.
No comparto eso de que para votar en el plebiscito por la paz hay que leer el acuerdo final, porque la mayoría de la gente de nuestro país no está capacitada para entenderlo. No nos echemos mentiras ni nos dejemos embaucar (léase chantajear), el acuerdo escrito en casi 300 páginas solo es comprensible por aquellas personas que tienen sólido conocimiento jurídico, los demás ignorantes tendrían que buscar ayuda en los ilustres. Como dicen nuestros menores, esto sería un verdadero camello.
El cuento de que no se vote en el plebiscito si no se ha leído el acuerdo final, es una invitación soterrada a la abstención, cuyo propósito es que la votación final no alcance el umbral del 13 % que se requiere para refrendar lo acordado entre el Gobierno de JM Santos y las Farc en La Habana.
En vista que la mayoría de la población del censo electoral no va a leer lo acordado, ni todos de quienes lo lean lo van a entender. Entonces, quienes desean vivir en paz que voten por el Sí y los que quieren seguir viviendo con guerra que marquen el No.
Yo reitero, que voy a votar por el Sí, porque lo acordado en La Habana no atenta contra el modelo económico de Colombia. Lo que en verdad deja bien claro es que hay que cambiar la forma de hacer política, cuyo fin es enriquecer a quienes salgan elegidos para ocupar los puestos de la administración pública.
Los opositores del proceso de paz aducen que el acuerdo final es un rosario de impunidad, que el presidente JM Santos premia a las Farc entregándoles 10 curules del Congreso en las siguientes dos legislaciones en vez de condenarlos a pagar varios años de encarcelamiento. Cinco senadores y cinco representantes de la cámara no componen ni variarán el actual régimen, los del Centro Democrático más que nadie lo saben, pues este partido en el Congreso multiplica la cantidad de curules otorgada a las Farc y el resto de congresistas siempre lo derrotan.
Si el pueblo el próximo 2 de octubre aprueba lo acordado en La Habana, y si los políticos tradicionales siguen con las mismas prácticas de engaños y corrupción, sin duda alguna, más temprano que tarde, los militantes de las Farc tendrán, no solo gran número de congresistas, sino de gobernadores, alcaldes, diputados y alcaldes, que de manejar bien la administración pública en mediano plazo tendrían presidente de la República.
Así que, el que las Farc se adueñen del poder depende de cómo se comporten los dirigentes de los actuales partidos políticos, el pensamiento de la gente común y corriente ya está cambiando. Esto lo comprobará el resultado del plebiscito por la paz.