Si en algo somos como sociedad livianos, es en el hecho de querer descalificar al contradictor en materia política, con el argumento de guerrillero o de paramilitar. Se ha vuelto una constante, en una sociedad polarizada y de extremos, el descalificarnos unos a otros, señalándonos, de: “ese es, un guerrillero”, “ese es, un paramilitar”.
En el país hubo muchos guerrilleros y también hubo muchos paramilitares, pero también hubo mucha sociedad civil que terminó siendo víctima de la guerrilla y del paramilitarismo; sociedad que hoy tiene derecho a participar y a opinar de política a partir de su derecho a elegir. Uno no tiene que volverse sospechoso, por el hecho de asumir posturas políticas o por el hecho de expresar por quien va a votar.
Uno vota por convencimiento, o simplemente por quien a uno le dé la gana, pero ni más faltaba que en un ejercicio propio de la democracia, uno deba estar dando explicaciones, sobre un acto personal. Aún menos entendible, es que quien opina distinto a uno, lo descalifique a uno, a partir de una insurgencia en la que uno ni participó, ni militó.
El que fue guerrillero que asuma, el que fue paramilitar que asuma, el que estuvo de maridaje con ellos que asuma; pero de cuando acá, si las responsabilidades son individuales, los que no hemos sido, ni lo uno ni lo otro, ni fuimos serviles, ni mandaderos, tenemos que desde la sociedad civil volvernos sospechosos por opinar de política a partir de nada distinto a nuestras posiciones.
De hecho, si somos maduros, debemos entender que hasta quien fue guerrillero o paramilitar, tiene derecho a una oportunidad de reincorporarse a la sociedad civil. Así también se construye país; por eso la importancia de conocer la verdad, la verdad de ambos bandos, por dolorosa que sea, eso cierra heridas.
Si somos aterrizados, la cabeza nos dará para pensar que las generaciones nuevas, no están obligadas a asumir los errores que como país, cometimos en el pasado.
De hecho, todo fenómeno electoral, una vez pasa, debe llamar a la reconciliación de un país, más aún de un país como el nuestro fracturado. ¿O es que el desempleo es de un extremo o del otro? ¿O es que la pobreza es un asunto de pocos? ¿O es que la inseguridad golpea a unos sí y a otros no?
Propuestas, eso son los escenarios de discusión y debate, pero nada más pobre que tratar de guerrillero o paramilitar, al que simplemente está opinando, pensando en ejercer el derecho a elegir.