Los rumores para la época marcaban el epitafio de la tumba que llevarían consigo los señalados. Así como sucedió con Néstor Oñate Arias: el kankuamo que de boca en boca y desinformación pasó de ser un simple campesino a un miliciano del ELN en el corregimiento de Atánquez, zona rural de Valledupar.
Todo comenzó el 16 de abril del año 2004. El entonces comandante del pelotón ‘Dinamarca 2’, subteniente Elkin Leonardo Burgos Suárez, pidió autorización para realizar un desplazamiento hacia la parte alta de Atánquez con el fin de hacer registro y control de área. No obstante, los planes en realidad obedecían a otros, Burgos quería llegar a la casa de Néstor Oñate Arias con los soldados.
Necesitaba una baja. Además informantes, carentes de toda prueba, le dijeron que Néstor Oñate militaba en el Ejército de Liberación Nacional, ELN.
Los informantes del Ejército hacían parte de la misma comunidad y se entendían con el jefe del grupo militar, quien de manera sagaz también trató de ganarse la confianza del pueblo al que tenían estigmatizado llamándolo ‘El Caguancito’.
“(…) lo que yo hice como comandante para esa época fue ganarme la confianza de los habitantes de ese corregimiento (…). Entonces ya la gente se siente más confiada (…) entonces empieza uno a llenarse de información (…) la gente (…) empezó a cogerme aprecio cuando yo ya empecé a verificar datos (…) empecé a recoger la información y yo ya empecé pues a hablar lógicamente con los soldados y todo eso. Yo pasaba la información al batallón (Sic)”, reza una versión libre realizada por Elkin Burgos el 5 de abril del 2019 en la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP.
LA RETENCIÓN
El 17 de abril del mismo año, los dos informantes llevaron a los soldados a la finca donde residía Néstor Oñate Arias en el corregimiento, donde fueron recibidos por Néstor Oñate Martínez, padre de la víctima, quien señaló desconocer el paradero de su hijo.
Pero los militares no aceptaron la negativa e ingresaron al predio ‘La Solera’ y encontraron a Néstor Oñate Arias y lo retuvieron. “Le hicieron el paseo de la muerte porque lo llevaron hacía arriba (de la finca) y de ahí lo bajan hasta el sitio llamado El Convento donde le quitan la vida”, recordó Marquiz Oñate, hermano del kankuamo.
El encargado de disparar habría sido el soldado Kidenson Murieles Polo por orden del superior. El cuerpo quedó en la zona de operaciones donde anunciaron que harían los patrullajes de registro y control.
La muerte la reportaron como una baja en combate. Por tanto, les mandaron un helicóptero a recoger el cuerpo, pero la zona era de difícil acceso para esa misión, por lo que desplazaron el cadáver hasta la cancha del pueblo. Al llegar a ese punto, los integrantes del pelotón fueron increpados por los pobladores que rechazaron la muerte de Néstor Oñate Arias.
Aun así, al kankuamo lo reportaron como un guerrillero que presuntamente portaba una escopeta calibre 12 milímetros tipo changón, un revólver calibre 38, cartuchos calibre 12 y calibre 38 milímetro, según lo consignado por la Fiscalía 65 Especializada UNDH-DIH.
Al miembro indígena lo presentaron como persona no identificada en los resultados operacionales, los cuales quedaron registrados en el diario EL PILÓN el 19 de abril del 2004 en la sección de judiciales.
LA OTRA TRAGEDIA
La muerte de Néstor Oñate Arias ocasionó que la familia resultara estigmatizada en el corregimiento. Él era el hermano mayor entre cinco hermanos y residía con sus padres. Luego de su caso los Oñate Arias tuvieron que enfrentar la muerte de una hermana, asesinada por paramilitares y la desaparición de otro de sus hermanos.
“Mi hermano nunca fue guerrillero, no lo vieron camuflado ni en la fila. Una persona servicial en el pueblo como él no había. Se la pasaba del pueblo a la finca, le gustaba trabajar y era el hermano mayor de nosotros, la cabeza principal a parte de mi papá porque era el que siempre estaba ahí, mi madre aún sufre todavía”, agregó Marquiz Oñate.
LOS INVOLUCRADOS
Este crimen lo reconocieron en la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, los exmilitares Pedro Andrés Cubillos, Elkin Leonardo Burgos, Analdo Fuentes y Luis Carlos Pacheco. El subteniente (r) Elkin Leonardo Burgos años después en la audiencia celebrada por la JEP entre los días 18 y 19 de julio aceptó que la muerte de Néstor Oñate Arias se trató de un error y que no hacía parte del grupo guerrillero.
“A usted señor Marquiz, una persona incansable, hemos llegado hasta donde hemos llegado hoy en día, después de 18 años de estar acá, le quiero decir y mostrar mi arrepentimiento, quiero que sepa hoy en día el mundo entero que el señor Néstor Rafael Oñate Arias no pertenecía a ningún grupo al margen de la ley”, aseguró Burgos en la audiencia mientras se dirigía a Marquiz Oñate.
Por Marllelys Salinas / EL PILÓN