“Hay dos tipos de educación, la que te enseña a ganarte la vida y la que te enseña a vivir”
Las universidades en su desarrollo y figuración indican el estado cognitivo y cultural del país, pero ahora se percibe una descarada ansia por enriquecimiento facilista de nominados pedagogos, dueños de éstas, encubiertos en “fundaciones”, corporaciones y otras personas jurídicas usufructuando el derecho fundamental a la educación, condición que debe trascender los límites básicos y proporcionar “conocimiento”, como esencia intelectual de las personas que deseen engrandecer su competente desarrollo cultural irradiado a la comunidad y por ende al progreso de la Nación.
Repugna encontrar la relación directa entre cantidad de dinero con fuentes de enseñanza como la única llave para acceder al conocimiento, promocionada sin pudor ni recato por celebérrimos personajes con trayectoria, poder y ostentación de calidades humanas pintarrajeadas con la corrupción, ejerciendo como paradigmas a seguir en el marco educativo.
La corrupción ha carcomido la buena reputación que se percibía del sistema educativo, es igual al mercantilista del sistema de salud o al especulativo que entrega verduras o cachivaches por una cierta cantidad de dinero, es el más peligroso obstáculo en el proceso de enseñar con calidad y aprender con probidad e integridad, repele los principios académicos y va llevando al sistema educativo superior a un colapso que desprestigia y permea negativamente el desarrollo social y económico.
El esnobismo contractual exige profesionales con rimbombantes títulos para ingresar al mercado laboral y éstas universidades, muchas, nacidas en garajes familiares de visionarios educadores, alineadas como corporaciones, ofrecen, promocionan y entregan en un santiamén; diplomas, títulos acartonados de especialidades y acreditaciones en saberes, estudios y conocimientos, que realmente no han llegado a transmitir, pero por los que si cobran recios estipendios.
La sociedad está urgida a proponer mecanismos para evitar que esa corrupción afecte la formación integral de las generaciones emergentes. El legislador está retrasado en emprender con seriedad y responsabilidad la tan cacareada reforma educativa que a más de programas, metodología y estrategias pedagógicas, realmente útiles y pragmáticas, abarque la estructuración directiva, ejecutiva y financiera de las instituciones, controlando los continuos y persistentes intentos de lucro injustificado de sagaces conocedores del hambre intelectual provenida de la mala e inconclusa educación.
No demorarán los ofrecimientos y exigencias de acartonadas especialidades académicas en “gestión y promoción de paz”, especialistas, maestrías y doctorados investidos de honores por fantasmagóricas “fundaciones universitarias” codirigidas por exmilitantes guerrilleros o bacrim.
Hay que reflexionar y no creer que esos pomposos y teatrales títulos vayan a suplir la mediocridad de profesionales y gobernantes legitimando el poder a la incultura y justificando cargos ganados por “meritocracia”.
Por Alfonso Suarez