“… Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme”. San Mateo 16,24
Algunos piensan que estas palabras de Jesús tienen relación con una invitación mórbida al sufrimiento. Yo considero que tienen una invitación gloriosa a la intimidad con él; la cual, evitamos, porque pensamos que el costo es muy alto.
Tres conceptos que se entremezclan aparecen en el texto: Negación, cruz y seguimiento. Tomar la cruz es crucificar las pasiones pecaminosas que nos separan de la presencia de Dios. La negación de sí mismo, consiste en subordinar nuestros intereses particulares a los intereses generales de Dios en el universo. Es renunciar a ciertas cosas, que, aunque lícitas, no son convenientes. Es la reducción intencionada de actividades que me apartan de la intimidad con Dios para poder seguirle con alegría y responsabilidad.
Negarse a sí mismo para seguir a Jesús traerá una nueva perspectiva de los asuntos espirituales y dará una visión más clara de la realidad del Reino. Cuando somos conscientes de la manera como hemos sido infectados por los valores del mundo, la negación de sí mismos libera la gracia de Dios y nos permite abrazar el cambio requerido.
Algunas maneras de negarnos a nosotros mismos pueden ser: Reducir la comidas y bebidas, dormir menos, dejar la dependencia del celular y las redes, comprimir el tiempo de recreación y ejercicios, gastar menos en compras innecesarias. De los mayores beneficios de la negación personal es el permanecer más tiempo con Dios y disfrutar de su presencia, es poder escuchar más claramente la voz de Dios con sus respuestas y direccionamiento para nuestras vidas. Así, la negación personal debe ser practicada en secreto; se realiza silenciosa y exclusivamente para Dios, para ser visto solo por él, no para ser visto por los hombres.
Todos hacemos actos de renuncia y abnegación: Los estudiantes, los atletas, los políticos, los militares, se abstienen de todo aquello que les impide alcanzar sus metas. Jesús hablaba de negarse a uno mismo en la batalla esencial de la vida. No fuimos diseñados para funcionar de manera independiente de Dios, ni tampoco nuestra alma fue diseñada para funcionar como amo, confiando solo en nosotros mismos. Negarse a sí mismos no es mortificarnos sino es someternos a Dios y a sus propósitos de amor con cada uno de nosotros para hacernos vivir el plan de restauración que creó para nosotros.
Cuando nos negamos a nosotros mismos invitamos a Dios a que tome el control de nuestra vida, que ocupe el lugar que por derecho le pertenece. Es menester ceder el control de nuestras vidas a él, negarnos a nosotros mismos y rendir nuestros intereses a los suyos.
¿Por qué no negarnos a nosotros mismos para glorificar a Dios? Sometámonos a Dios y disfrutemos de la recompensa preparada… Fuerte abrazo en Cristo.