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Negación o afirmación

“Tú también estabas con Jesús, el galileo. Pero él negó delante de todos…” San Mateo 26,69

Leyendo el relato de la negación de Pedro y poniéndolo en paralelo con la valentía manifestada posteriormente, nos cuesta creer que se trate de la misma persona. Ante el Concilio, en compañía de Juan, y frente a la prohibición de hablar, afirmaron categóricamente que les era imposible dejar de decir lo que habían visto y oído. ¿Cómo explicar que un hombre timorato, pusilánime y cobarde, en un instante se convierta en un aguerrido y valiente precursor?

Las circunstancias eran prácticamente iguales. En ambas ocasiones, el Apóstol fue confrontado y tuvo la oportunidad de confesar que era un seguidor de Jesús. No obstante, en la primera ocasión, encontramos a un Pedro miedoso, timorato, atemorizado por las posibles consecuencias de abrir su boca y confesar que también era parte del circulo íntimo de Jesús; en cambio, optó por la negación y la mentira, no solo una vez, sino tres veces, negando con la vehemencia de los cobardes, que alguna vez hubiera estado con el Maestro.

La transformación, en la confrontación con el Sanedrín es absoluta. Lejos de sentirse pequeño o intimidado por sus amenazas, los enfrentó con audacia y declaró valientemente que no tenía intención de retomar aquel amargo camino de la negación que tanto dolor y lágrimas le había producido.

Creo que la única manera de explicar un cambio tan radical es pensar en ese dramático encuentro que tuvo con Jesús resucitado a orillas del mar de Galilea. Había experimentado la desolación y las consecuencias de su negación. Una inconsolable tristeza y profunda desilusión se habían apoderado de su alma.

Seguramente pensó que todos los sueños de ser parte del revolucionario movimiento transformador y generador de vida al lado de Jesús, estaban muertos. Pero ese nuevo encuentro que tuvo con Jesús no solamente afirmó su sentimiento de perdón y aceptación, sino que, desató todo el potencial de servicio y consagración que había en él. ¡Dios no se había equivocado al incluirlo en el selecto grupo de los doce!

Amados amigos, Es común valorar a las personas en función de sus logros. Pero, aquí, Jesús no solamente restauró la identidad de Pedro, sino que, le comisionó para hacer el trabajo para el cual había sido llamado: ¡Apacentar sus ovejas! Salta a la vista, entonces, una conmovedora verdad del Evangelio: Dios conoce nuestros fracasos y estos no condicionan los proyectos y planes de Dios.

Lo que mantiene en pie los planes de Dios para nuestras vidas, no es nuestra propia negación o afirmación de ellos, sino, la fidelidad de aquel que nos ha llamado.

Así, cuando reconocemos lo débiles que somos, nos tornamos fuertes en sus manos. Nunca sabremos que Dios es todo lo que necesitamos, hasta que Dios sea todo lo que tenemos. En los fracasos descubrimos la profundidad de la gracia consoladora de Dios, y a partir de allí, podemos alzarnos para alcanzar nuestro verdadero potencial en Cristo.

¡Ven al encuentro restaurador con Jesús! Olvida las negaciones y fracasos del pasado y levántate con entusiasmo para afirmar que Cristo Jesús vive y reina, porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
Dios bendiga tu vida y tus proyectos.

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