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Necesitamos un nuevo Congreso

Así como sucede en nuestra fallida política regional, en el ámbito nacional la pasión nos ciega, de tal manera que se pierde la objetividad con que analizamos los hechos políticos, defendiendo las decisiones de los líderes que unilateralmente consideramos como representantes nuestros, muchas veces aún en contra de los justos intereses comunitarios y de nosotros mismos, solo por mantener una estúpida coherencia partidista, grupal o pseudo ideológica que los mismos dirigentes de connotación nacional no tienen. 

Hace pocos días, al parecer por el origen de la iniciativa, se hundió el Proyecto de Ley de Matrícula Cero en la Comisión Sexta del Senado de la República, cuya vigencia iba por un año para estudiantes de pregrado de las universidades públicas, presentado por los senadores Wilson Arias, Antonio Sanguino y Gustavo Bolívar.

Como para variar, salieron los paladines con credencial y los escuderos de oficio a defender lo indefendible, blandiendo todo tipo de argumentos, la mayoría tan carentes de fundamentación técnico jurídica que al final solo llenan de inválidas razones a quienes quieren seguir tributándole honores a una insensible clase política con la ilusión de ser considerados sus amigos, tal vez a la espera de circunstanciales prebendas que en poco o nada se traducirán en estables condiciones de bienestar.

No sé cómo algún colombiano puede estar en desacuerdo con que las universidades públicas ofrezcan gratuidad en las matrículas a estudiantes de los estratos 1, 2 y 3. Para que un padre de familia no tenga que sortear entre sus hijos cuál recibirá educación superior, porque sus exiguos ingresos solo alcanzan a ofrecérsela a uno. O para evitar que algunos universitarios tengan que vender su cuerpo para matricularse, en el empeño de alcanzar el sueño profesional y constituirse en una expectativa de movilidad social para su familia. 

Claro que no a costas de sus exiguos presupuestos, eso se da por descontado, los recursos deben salir del presupuesto nacional, sobre todo porque en territorios como en nuestro país, donde las políticas públicas se financian en gran medida con la explotación de sus recursos naturales, la inversión debe ir direccionada a la construcción del conocimiento, a la ciencia y la tecnología, y no solamente a la infraestructura física, que al terminar la ‘bonanza’ solo quedarán como testimonio de la hojarasca de pobreza que sufren los pueblos, cuando su economía depende de un solo producto y este deja de ser atractivo en los mercados internacionales o se acaba su producción.    

Tecnócratas, politiqueros y leguleyos afines al gobierno dijeron que la iniciativa no tenía financiación, pero curiosamente anuncian una nueva presentación, esta vez firmada por un amigo. Ojalá sea cierto, porque aún en la mezquindad política que tritura la ilusión de los pueblos y que solo nosotros como electores tendremos la oportunidad de sancionar en las urnas, lo importante será que los talentos lleguen a las universidades, porque el desarrollo del país solo se alcanzará de la mano de la disciplina e inteligencia de sus jóvenes.

Este es el decorado de nuestro Congreso, mercenarias bancadas que recuerdan el bien común solo cuando van a estructurar el discurso para hacerse reelegir, intrascendentes proyectos como el del carriel o los tantos honores a pueblos y personajes que solo sirven para llenar de basura sus anales, en fin, tenemos una parásita corporación aprobando leyes de espaldas a las grandes soluciones del país. Ojalá en la próxima elección nos equivoquemos menos, para que vuelva el control político y la gestión planificada al democrático escenario natural del disenso político. Inscribe tu cédula. Vota bien. Un abrazo.

@antoniomariaA

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