Dicen que cuando uno no sabe para dónde va, cualquier camino es bueno. En ese sentido por lo general nos aferramos a líderes que nos conducen por errados senderos. Grave sentencia que vivimos día a día. Leía hace poco sobre la vida del campeón de fórmula uno Michael Schumacher, campeón de campeones, hombre poderoso, lleno de riquezas; hoy está postrado en una cama y viendo como su cuerpo se consume lentamente; lamentablemente sus trofeos y riqueza no le sirven para devolverle la salud; esto nos invita a reflexionar y a damos cuenta que nada de lo ganado por él en la opulencia y cúspide del éxito le garantizan tener una vida con un mínimo de alegría, que le permita disfrutar de lo más sencillo, sentarse en la banca de un parque y ver jugar a los niños, por ejemplo.
Nos pasamos la vida tratando de acumular riquezas, de colgar diplomas suntuosos en las paredes de la casa para ostentar inteligencia. Y en ese afán de ser mejor cada día, nos olvidamos de lo verdaderamente importante: ser mejores personas, ser más humanos, revestir el corazón de bondad y brindar abrazos sin distingos de colores de piel ni políticos. Sin tener en cuenta las diferencias que nos hacen trasegar por caminos distintos.
La sociedad, el mundo entero, está ávido de líderes de verdad. Necesitamos un líder, hombre o mujer, que reconozca que al mundo le urge amor, igualdad; esa paz interior que pueda transformar en paz exterior.
Necesitamos hacer una revolución de cosas pequeñas, de esas cosas que parecen inocuas, pero que al final, si las dimensionamos resultan ser importantes. Necesitamos un líder que brinde ejemplo, que nos permita seguir su camino; un líder que valore los valores, que ame con bondad, que no envidie lo del hermano, que oriente bien a sus hijos. Que cuide a los jóvenes y proteja a los ancianos. Necesitamos un líder que cumpla los compromisos y responda con convicción y respeto el haber sido escogido por su pueblo para orientar su destino. No queremos un guerrero que ofenda y destruya y se le olvide que Dios existe. Tampoco pretendemos un líder que le venda el alma al diablo en épocas de elecciones y después malvender el presupuesto de la salud, la educación y la cultura de su pueblo.
Necesitamos un líder de sacrificio, que busque orientar al que no sabe y educar al ignorante, que enseñe e instruya a su pueblo. Necesitamos un líder que derrumbe muros de división, no que los construya; que haga del mundo un lugar sin fronteras, sin distingo de razas, ni poderío bélico. Necesitamos un líder que proponga más música y poesía. Que comparta pinceles y paletas y entre todos pintemos los días grises, de alegría y felicidad. Queremos un vecino que comparta su alegría, que nos brinde su sonrisa en cada aurora y abrazados veamos la puesta del sol, con la única intención de verlo renacer después de las mañanitas de invierno de Emiliano. ¿Será que un día vamos a gozar de un líder así? Lo estamos necesitando, es urgente; sobre todo ahora que se acercan las elecciones para elegir al presidente y a los parlamentarios que distan mucho del liderazgo que hoy añoramos. ¿Utopía, sueños lejanos imposibles de cumplir?
Necesitamos un líder así… así lo necesitamos, es en serio. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara