Ahora que por la pandemia niños y adolescentes no pudientes les ha tocado permanecer en casa, con el agravante de que los niveles de conectividad y de educación son deficientes, urge poner atención a un hecho deprimente y visible. El del estado físico de esos colegios tanto en la cabecera de Valledupar como de sus corregimientos. Inferimos que igual situación se tiene en los del Cesar y La Guajira.
Pero veamos en Valledupar. Esa deplorable vista se hace más agreste cuando aparecen unos delincuentes como los que hace 8 días se llevaron las luminarias y cables del colegio Luis Rodríguez Valera del corregimiento de Los Venados, según denuncio del inspector Karín Alfonso Quintero. No era la primera vez que cogían al colegio como objetivo.
El alcalde Mello Castro cuando declaró que no habría este semestre el colegio presencial, uno de los argumentos que expuso fue que en ellos había malos baños para atender a una población estudiantil que debía tener la mejor higiene. Entendíamos que venía con un programa ambicioso para la recuperación de la treintena de colegios municipales.
En buena hora debería hacerse un gran programa, que es de fácil ejecución, no requiere diseños y genera empleos; y desde ya, de llevarse a cabo, debe convertir a los padres de familia y a los docentes en los mejores interventores.
Los colegios deben ser higiénicos, limpios, amables, acogedores, debe hacerse en ellos bellos jardines y plantar buenos árboles, ahora que se propone educar mucho al joven estudiante en las bondades de la naturaleza y, mejorar los accesos y los entornos de esos establecimientos que deben ser agradables en el espacio público, serán también seguros.
¿Por qué tenemos que tolerar que los colegios privados tengan presentación y los públicos sean muladares? No es justo, es una muestra más de la distancia, en todos los aspectos, que hay entre estudiantes de distintos lugares y origen social.
¡Un buen colegio y en orden! Es los que se ansía por el pueblo vallenato, porque trabajar en un colegio así para el docente y para el personal administrativo y especialmente para el estudiante da autoestima, motiva el aprendizaje.
Cuando esta pandemia sea superada y los jóvenes vuelvan a clases después de casi haber perdido un año de convivencia, compañerismo, formación y entretenimiento, – aunque hayan permanecido junto a sus padres y hermanos en casa- que reconfortante es encontrar el colegio de paredes pintadas, buenos y renovados pupitres y la cancha en su punto. A ellos también con el concurso de sus familias debe formárseles para apasionarse en el amor por sus instituciones educativas.
Lo que se observa también en el Colegio Loperena al cual el suspendido gobernador, Luis Alberto Monsalvo había prometido con acierto que lo arreglaría, ante la acuciante solicitud de su rector Gonzalo Quiroz. Deseamos que ese interés haya trascendido al actual equipo de gobierno que encabeza por estos tiempos Wilson Solano. El entorno de las viejas edificaciones, los techos, los pasajes, bancas, las canchas deben cambiar.