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Necedades en Alemania

Uno de los desafíos que tiene la oposición es el de transmitir con efectividad a la ciudadanía sus propuestas y su visión de país. La agenda de comunicaciones, y en consecuencia la agenda política, las determina Petro. No para de hablar ni de trinar y son tantas las cosas polémicas que dice que pareciera inevitable entrar a controvertirlas. Los proyectos de ley gubernamentales tienen las mismas características.


De manera que entre unas y otros los medios, los analistas y opinadores se la pasan examinando y debatiendo las ideas y planteamientos de Petro y las voces de la oposición no se oyen sino para cuestionarlas. Las propuestas, al menos por ahora, no aparecen. A su favor, digamos que aún hay tiempo para las elecciones del 26. Para entonces no bastará con contestarle, será indispensable transmitir una propuesta de país, un futuro mejor, una esperanza.

Mientras tanto, aunque son varias las noticias de esta semana que ameritan comentario, dos de ellas lo exigen:

En Alemania, el gobierno propuso un fondo para financiar al Eln. No es una idea nueva. Se planteó en Maguncia en 1998 y también lo propuso Álvaro Uribe en el 2006. Y va en la misma línea de la propuesta que hizo Petro el año pasado de pagarle a jóvenes delincuentes y del programa que en esa dirección implementara siendo alcalde de Bogotá. En todas esas oportunidades critiqué la idea con vehemencia. Un acuerdo para pagarle a unos guerrilleros que se concentran para desmovilizarse, como se hizo con las Farc, puede tener sentido. Pero entregarle dinero a unos terroristas que no han asumido compromiso alguno con “la paz” no puede entenderse sino como un subsidio al terrorismo. No se repara a las víctimas y en cambio se paga a los victimarios. Y es, otra vez, una vez más, un incentivo perverso. Les dice a los ciudadanos de bien que el crimen paga, que les va mejor a los que delinquen que los que respetan la ley.
Petro también sostuvo que “el derribo del muro de Berlín trajo una oleada neoconservadora, una destrucción del movimiento obrero a escala mundial, un debilitamiento formidable y una pérdida de unos valores de izquierda”. Para empezar, como es usual en él, distorsiona la historia. En realidad, fue un movimiento obrero, el del sindicato polaco Solidaridad, el que puso en marcha la caída del muro de Berlín. Y fueron los gobiernos comunistas los que barrieron de manera sistemática con los sindicatos y los obreros, los manipularon y subyugaron. Más allá de su impertinencia y su inoportunidad, las declaraciones muestran que a Petro se le salió el mamerto que late en él y, más grave, reflejan su nostalgia por unos regímenes totalitarios que solo trajeron destrucción, hambre, muerte. Si había alguna duda, quedó aclarada: el pensamiento de Petro es el de la izquierda más radical, la que añora la Cortina de Hierro.

Por Rafael Nieto Loaiza

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