En Sevilla, España, donde se realiza la Semana Santa más representativa y tradicional del mundo católico, por su tradición apostólica y romana milenaria, los medios de comunicación resaltan la importancia de ser Nazareno. Consideran que es una vocación de fe permanente y sostenida en el tiempo, porque ese es el lenguaje de Dios.
En su análisis informativo resaltan las procesiones, cultos ininterrumpidos, cornetas y tambores, sonido de bambalinas, olor a incienso y golpes secos de llamador. También hacen críticas a las hermandades de nazarenos que se ponen la túnica, la capa y el antifaz y difunden una supuesta fe. Sin embargo, cuando llega el lunes de Pascua, dicen que todo habrá quedado en un bonito recuerdo, puesto que el nazareno guardará su ropa en el baúl hasta el año que viene y esos golpes de pecho que resonaron días antes no se volverán a escuchar. Sólo unos pocos seguirán siendo penitentes y mantendrán la hermandad para dedicarse en exclusiva a trabajar por ella.
Argumentan que la palabra ‘hermandad’ no es salir de nazareno un día al año, porque ser ‘hermano’ significa ser nazareno los 365 días. La tradicional y centenaria Semana Santa de Valledupar y Valencia de Jesús han tenido vivencias y experiencias de distintos ordenes con efectos multiplicadores en la región, como lo es la celebración de ella en San Diego de las Flores, norte del Cesar. El nazareno es un convencido de su vocación y fe en Jesús Redentor, la cual por convicción debe ser permanente, sin desfallecimiento alguno, aunque cada uno de sus miembros se dedique a sus labores del diario vivir en la historia regional.
En la edición de ayer EL PILÓN resaltó en una semblanza al nazareno Silvio Jiménez Galindo, hijo del Capitán Nazareno Antonio Jiménez Mendoza y Carmen Galindo de Jiménez, quien desde los 12 años ha dedicado parte de vida a la hermandad de Jesús de Nazareno, por lo que es considerado un pilar dentro de los parroquianos y acreedor de un respeto tradicional.
Así como en Sevilla, España, en Valledupar, el corregimiento de Valencia de Jesús y San Diego de Las Flores, la vocación y el respeto por tener la condición de nazareno se ha ido perdiendo, a tal punto que entre algunos de sus miembros se nota una actitud de ‘cumplir por cumplir’. Para Silvio Jiménez, los hermanos nazarenos “viven durmiendo cuando llega la 1:00 de la madrugada, tirados en el piso, buscando una terraza para dormir. No respetan la túnica porque eso es sagrado para uno y hoy en día la tienen de un lujo”.
Relata que en el siglo anterior, la hermandad se componía de campesinos y el Jueves Santo no prendían fogones, pues se cocinaba el miércoles todo el día para guardar la comida hasta cantar gloria el Sábado Santo a las 5:00 de la mañana, y hoy las cosas han cambiado debido a que la Semana Santa la han convertido en parranda. Hoy los jóvenes nazarenos están en esta hermandad más por vanidad, “para que los vea la novia vestidos el jueves o viernes, por eso se están acabando las tradiciones de Semana Santa”.
A partir de 2013, declarado por la Iglesia Católica como el año de la Fe, es necesario y oportuno que las autoridades eclesiásticas tracen políticas y planes que garanticen actitudes coherentes y responsables frente al ejemplo que ha dado a la humanidad Cristo Redentor, como símbolo de paz, humildad y amor, pero con profunda vocación nazarena, solidaridad por los demás y respeto por el mandato trazado por Dios, ratificado por el Papa Francisco. En el Cesar y Valledupar, la vocación del nazareno no debe tomarse como un ropaje de personas ocasionales, tal vez movidos por la vanidad individual o aspiración de convertirse en personajes políticos partidistas, cuando en el fondo de su conciencia ocultan otras aspiraciones diferentes a la religión.