El célebre poeta Luis Enrique Mizar Maestre (1962-2015), el próximo 8 de julio cumpliría 59 años. Nació en Valledupar, y desde su infancia era un ángel soñador de evocaciones. En sus manos se posaban invisibles pájaros y el viento rosado de atardeceres trenzaba las metáforas en las ventanas de su alma.
La vida del poeta tiene muchos laberintos, y el hilo que lo salva del olvido es la hondura humana de sus versos. Uno de esos laberintos es la soledad del proceso de la escritura, pero aparecen los seres intangibles que dialogan en los aposentos de la memoria para vencer el desolado espanto. El poeta Mizar no tenía prisa. Cuando descubría que la poesía lo perseguía, se detenía, se abrazaba a ella y caminaban juntos, inseparables, como hermanos gemelos en el vientre de la madre.
En la revista ‘El Candil’ de la Universidad de Cartagena, donde en 1980 empieza en el programa de Ingeniería Civil, publica sus primeros poemas. Desde entonces revela su espíritu observador persistente y persuasivo del entorno material y metafísico, y fascina a sus lectores con la mariposa de los sueños erguidos, con la peineta azul que interrogaba la mano de la abuela y con el pájaro posado en un rayo de luz, cantando rojos ocasos al misterio de la muerte.
Regresa a Valledupar iluminado por los poemas de Saint-John Perse, Kavafis, Pessoa, Montejo, Borges, Machado, entre otros, y se convierte en el maestro renovador de la poesía en el departamento del Cesar. Su prolífica y novedosa obra es premiada en diversos concursos regionales, y en 1996 su poemario ‘Psalmos Apócrifos’ es premiado en el Concurso Internacional ‘Carlos Castro Saavedra’, en Medellín. La crítica nacional lo exalta por la originalidad y agudeza metafórica. Posteriormente aparecen sus libros ‘Expresiones para el descalabro’, ‘Partitura en sepia para la maga’, ‘Bitácora del atisbador’, ‘Letanías del convaleciente’ y ‘Brizna de la Nada Umbría’.
De sus libros publicados, el más conocido es ‘Psalmos Apócrifos’ (1996); Juan Manuel Roca, en el Magazín Dominical de El Espectador (14/09/1997), escribe: “Esta poesía adhiere a la vertiente poética más clara de nuestro tiempo, aquella que entrelaza imaginación con reflexión filosófica. Además, Luis Mizar es el poeta que suscita notable interés, una persona calma, lector ávido, una especie de antena que percibe desde los vientos que bajan de la sierra hasta los aromas de las frutas de su valle”.
El poeta Mizar amaba a Jorge Luís Borges y decía con él: “Somos el tiempo. Somos la famosa parábola de Heráclito. Somos el agua, la que se pierde, no la que reposa. Somos como aquel griego que se mira en el río”. Mizar era amante del río y los silencios variantes del asombro, un pensador de las facetas profundas de la conciencia del ser, un atisbador del entorno metafísico, percibe la simetría de los espejos del mar en la risa de los alcatraces.
Se proclama un empedernido pensador, un lector reflexivo de las ventanas que muestran el interior del espíritu. En uno de sus poemas, se hace este interrogante: “¿Qué hace por aquí Mizar, el sempiterno meditador con la sonrisa de fraile que lo caracteriza?”.