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Nada inocente

BITÁCORA

Por: Oscar Ariza D.

Hace miles de años, un día como hoy, según la tradición cristiana, el rey Herodes ordenó la matanza de niños menores de dos años para evitar que la profecía  del mesías pudiera cumplirse, pues temía que el Rey de Reyes lo destronara, tal como se lo anunciaron sus consejeros adivinos.

A pesar que muchos historiadores afirman que la matanza sólo pudo darse después del 6 de Enero, con la visita de los Reyes Magos, pues fueron ellos quienes corroboraron  al temeroso rey el nacimiento de Jesús, el mundo y en especial Latinoamérica escogió el 28 de Diciembre como el día de los inocentes, pero no para recordar este tipo de eventualidades, que aún siguen ejecutándose a pesar de los controles que cada país ejerce para evitar que los niños sean maltratados, explotados y abusados, sino para celebrar con bromas,  momentos importantes del año o para burlarse de personas que pasan por inocentes ante el engaño que se le impone.

En todo caso, más que un recordatorio doloroso, el día de los inocentes se convierte en un homenaje a la vida en la que la risa es un elemento fundamental para tomarle el pelo a la adversidad, para sacarle provecho incluso a las situaciones traumáticas que a pesar de ser presentadas mediante chistes crueles, terminan siendo un buen pretexto para reír a través de información engañosa, pero sana en su intención de divertir.

En medio de bromas y chistes, deberíamos pensar en nuestros inocentes niños que son presa de las inclemencias del clima en los lugares donde no fue posible regalarles una navidad digna; deberíamos también pensar en denunciar sin temor alguno a quienes aún continúan abusando de su inocencia para explotarlos en el trabajo, a quienes los utilizan para colgarlos en su espaldas y desde su condición de indígenas someterlos a una jornada cruel para conseguir unas monedas en los semáforos. Deberíamos denunciar a los padres que estimulan la mendicidad infantil para conseguir dividendos, a todos aquellos que estimulan la prostitución infantil principalmente en los corredores mineros donde la pobreza ha terminado por vulnerar la dignidad de nuestros niños y adolescentes que perdieron su inocencia ante la miseria que los aplasta.

Deberíamos reflexionar un poco más sobre nuestro papel en la protección de los derechos infantiles que hoy se transgreden mientras los inocentes niños siguen esperanzados en tener las mismas oportunidades, el mismo acceso a la felicidad, ternura,  comida y educación, para que los precandidatos a cargos de elección popular no sigan tomándonos por inocentes mariposas mostrando unas políticas de protección a la infancia maquilladas con regalos de navidad, con más fines electorales que altruistas.

Se necesita un verdadero compromiso desde los hogares, colegios y en las calles para que este reconocimiento nacional e internacional  que hoy se le hace al gobierno del Cesar por su atención a la infancia quede también institucionalizado en el tejido social, para que una buena política gubernamental esté respaldada por el imaginario cultural que debe ver en los niños la única posibilidad de reconstruir nuestra sociedad para que más tarde, en su adolescencia, las fatales noticias de muertes de jóvenes a causa de la mala crianza y de la poca atención a sus problemas,  no riña con lo que se ha querido fundamentar desde hace algunas décadas, cuando la comisión de sabios y notables colombianos le dijeron a Colombia que una de las  rutas hacia el progreso era poner el país al alcance de los niños. Desde entonces seguimos esperando a que esto se cumpla.

Entre bromas y situaciones jocosas, hagamos un homenaje a la inocencia infantil,  convirtiéndonos en guardianes de los derechos de los niños, no sólo de hijos o sobrinos, sino de todos aquellos que están expuestos a situaciones de riesgo, porque algunas mentes inconscientes siguen pensando que por ser niños pueden engañarse.

La protección infantil no sólo es tarea del gobierno y demás  autoridades, sino un deber de cada ciudadano para asegurar que nuestras futuras generaciones tendrán garantizado el derecho y el deber de ser felices desde la diferencia, para que el afecto, el amor y la tolerancia no se estratifique; por el contrario sea una herramienta que nos iguale desde la condición humana, para que nuestros niños se preparen y fortalezcan, para evitar que quienes pretenden abusar de ellos, no los tomen por inocentes mariposas.

arizadaza@hotmail.com

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