Cada 25 de diciembre y según la era cristiana, celebramos el nacimiento de Jesús hijo de María con un carpintero llamado José, desde ese día y después de 2055 años aproximadamente no es mucho lo que ha cambiado respecto a lo que el mesías quiso cambiar y por lo que luchó y combatió hasta causarle una muerte horrible en manos del imperio Romano y dicho sea de paso sirvió como escarmiento a otros que osaran enfrentarse a ellos.
La figura de Jesús aparece cuatro siglos después de la historia del Antiguo Testamento y su lenguaje y sus actos dista mucho del que empleaban los judíos, por ejemplo, en el pentateuco, pues mientras en el libro de Levítico se habla de “ojo por ojo y diente por diente” y de “cortar la mano al pecador o apedrear a la adultera”, Jesús hablaba de perdón y de amor, criticaba la injusticia y le hablaba fuerte al poder, todo un líder revolucionario de su tiempo.
La Era Cristiana y la aparición de la Iglesia, no como institución sino como forma de ver la divinidad y seguir las enseñanzas de un Jesús misericordioso, compasivo, dadivoso, sencillo, supremamente brillante e inteligente y quien instituyó como mandato el que nos amaramos los unos a los otros como él nos amó, contrasta profundamente con lo que la humanidad realmente practica contra sus semejantes, es decir hacemos todo lo contrario odiamos y matamos a nuestro prójimo.
¿Qué encontraría Jesús si decidiera que su ansiada y anunciada llegada fuera mañana? Encontraría por ejemplo que esos que dicen llamarse “su pueblo” mantienen en un gran campo de concentración a quienes por siglos habitaron Palestina, hoy inexistente hasta en el mapamundi al que se redujo a una pequeña porción de tierra mal llamada “Franja de Gaza” y a quienes el ejército israelí asesina diariamente sus niños, mujeres, ancianos y gente indefensa bajo la mirada complaciente de la “comunidad internacional” en su mayoría cristiana que celebra tanto el nacimiento como la muerte de un líder que amaba la vida y promovía la paz y la armonía entre los pueblos ¿No resulta incoherente en realidad? Si esto es así entonces algo no cuadra en esta historia, empezando porque quienes hoy habitan el antiguo pueblo de Jacob, no reconocen a Jesús como su mesías y mucho menos tienen a la biblia hebrea como su libro sagrado.
El caso es que si Jesús cumple su palabra y llega a la tierra, lo vuelven a matar, si por alguna razón se le da por recorrer los lugares como Belén, Jerusalén o Nazareth o con el nombre que se conozca hoy y se percate de lo que Israel le hace al pueblo de Palestina, es posible que el ejército Israelí le dispare bajo el argumento que apoya a un pueblo al que considera su archi enemigo y a quienes odian hasta el tuétano, un verdadero despropósito y la forma cruda como lo estoy describiendo, pero ¿No es esta la realidad?
¿Qué diría por ejemplo de los falsos ministros de Dios que hoy hacen parte de la desprestigiada “clase política”, que formaron partidos políticos desde donde se promueve, se practica y se apoya los mayores actos de corrupción que los últimos gobiernos han ejecutado, o por ejemplo el espectáculo vulgar de pastores que volvieron la fe su mayor negocio en nombre del evangelio de la prosperidad o acudiendo a actos de prestidigitación verbal y manipulación extrema como el que en pleno culto se propuso adelgazar a una de sus fieles mediante la oración, actos que no supiéramos si las redes sociales no existieran ¿Qué diría el hijo de José y de María?
Para nada celebramos su nacimiento y conmemoramos su muerte si con cada acto lo volvemos a matar, la humanidad galopa terriblemente hacia un caos que se volvió cultura, convirtió en su dios al dinero, a la opulencia y al despilfarro, perdimos la capacidad de humanizarnos y de sentir compasión por el necesitado o el débil y ni hablar de lo que hemos aceptado como normal y natural para no desentonar con la actual realidad, como por ejemplo callar lo que está mal y atrevernos a decirlo de manera cruda por temor a la exclusión social y al vituperio.
Ha nacido niño, pero quizá nació en una era donde debía ser niña o “niñe” para no ofender a los “progresistas”.
Por Eloy Gutiérrez Anaya