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“Nacía en la nevada el río Cesar, pasaba por San Juan la tierra mía”

Sí, nacía y pasaba. Sé que a mí como a muchos de los cesarenses nos embargaría la tristeza que en una de nuestras típicas y cadenciosas parrandas vallenatas el cantante interpretara estas majestuosas letras de Marín (Sanjuanerita) de esta manera, en razón de que ya el río Cesar no tenga su cauce de aguas cristalinas, ni que tampoco hoy podamos sentarnos en la orilla a observar el agua que camina sobre el inmenso arenal, tal como solíamos hacerlo en otros tiempos.

De estar el maestro Escalona con nosotros ya no tendría problema en cruzar el río para ver a su Maye, ni mucho menos el Cesar se llevaría el puente. Hoy día, aquel que fue nuestro portentoso y engalanado río Cesar se encuentra en pésimas condiciones producto de la desatención e inoperancia de las autoridades competentes y de los malos tratos que el ser humano le ha dado. La deforestación, la extracción de material de arrastre, la minería, los malos procedimientos en el sector agrícola y el vertimiento de aguas residuales sin la debida carga descontaminante son algunas de las afectaciones que están acabando drásticamente con el río de nuestro valle, ese que nace en la Sierra Nevada de Santa Marta y que desemboca en la Ciénaga de Zapatosa, ese mismo por el cual Rafael Escalona se atrevía a apostar que en medio de la lluvia que se avecinaba proveniente de la sierra, el gallardo Cesar crecería por la mañana.

El río Cesar es fuente de alta importancia en la estructura de sostenibilidad económica de nuestro departamento al ser la cuenca más importante que poseemos, a diferencia del departamento de La Guajira, donde el río Cesar ocupa el segundo puesto en la escala de importancia al ser el río Rancheria la cuenca principal de este departamento. En su peregrinación, el río Cesar recorre los municipios de San Juan del Cesar, Villanueva, Urumita y la Jagua del Pilar, en La Guajira; Valledupar, San Diego, La Paz, El Paso, Astrea, Chiriguaná y Chimichagua en el Cesar. Al ser nuestra cuenca más importante con más razón es que no podemos dejar solo a nuestro río, no debemos hacer cual cazador que se ausenta cuando llega el ocaso, dejando al arhuaco muy lleno de tristeza, tal como lo plasmara Fernando Dangond en su obra “Águila Furtiva”.

Si quisiéramos de verdad recuperar el río Cesar, el alcalde, el gobernador, el director de Corpocesar y todas las autoridades competentes frente a la temática deberían olvidarse por un instante del Jet-Set y la farándula para confrontar esta triste situación que hoy padecemos los cesarenses; si de verdad quisiéramos recuperar nuestra cuenca, nuestros dirigentes en vez de estar dando discursos veintejulieros en cada evento que se realiza con el propósito de crear conciencia y promover el cuidado de nuestro río, deberían formular y dar a conocer los planes de acción de carácter urgente e ineludible que se deben adelantar para la recuperación de nuestro río Cesar.

Esta realidad que hoy nos embarga atenta contra nuestro medio ambiente, contra nuestro valle, atenta contra todo lo que queremos, por eso es compromiso también de la ciudadanía actuar en pro de amparar y recuperar el río Cesar; diría Octavio Daza con instinto premonitorio en su creación “La Tierra Tiene Sed” -que hace tiempo no llovía, continuaba la sequía y en toda la región ya se morían los montes-. Tal cual como sucede hoy en nuestro departamento.
“… Cuando el río está creciendo se nota en la espuma, y si se pone rebelde suena que da miedo…”, escribió Julio Fontalvo, cantó Poncho Zuleta. Hoy en el Cesar se ve la espuma y no precisamente porque esté creciendo el río sino por los pésimos procesos de remoción y descontaminación de sus aguas, hoy tampoco queda sombra de lo rebelde y atrevido que fuera el río Cesar en otros tiempos. La desatención por parte de las autoridades competentes, el poco amor que el hombre le tiene al medio ambiente y el verano que hoy nos azota intensamente, devasta poco a poco nuestro río Cesar; por eso solo queda decir: “… cabañuelas de amor, adiós dolor y que llueva…”.

 

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