Recordé, para ilustrar este tema que nos ocupa hoy, a una amiga que tuve en mi época universitaria, buena amiga, por cierto; me dijo al respecto sobre esta situación y fue más allá, al límite, creo yo: “Si me caso, no creo que será contigo, tú quieres tener hijos; si contraigo matrimonio con otro hombre, no tendré hijos, me ligaré las trompas de falopio y muy probable me haré extraer la matriz”.
Esta contextualización expuesta de aquella dama, que no he vuelto a ver, pero que supe no tuvo hijos me pone a pensar sobre el tema y creo que a ustedes también; a ella le llamaré aquí Marcia, manifestaba: ” No estoy de acuerdo con el aborto y no traeré hijos a este mundo para que sufran; disfrutaré mi vida sexual, se cuidarme para no quedar embarazada”. Al refutarle: cualquier hombre te pedirá tener hijos con él y me respondió con énfasis, muy segura de sí misma e inmediatamente: “Encontraré un hombre que me quiera como pienso, que no desee tener hijos, que piense igual que yo, pero eso si te digo Jairo no seremos asesinos de vidas indefensas de manera irresponsable”.
Marcia ya pasa del quinto piso, está casada y no tuvo hijos, viven muy felices, me lo han comentado, no ellos, otras amistades comunes desde esa época a la que me referí al iniciar este relato. Mis respetos por ella y él. Marcia me inspiró a escribir un artículo que titulé: Derecho a la vida y derecho a la muerte; en ese momento me desempeñaba como personero para la defensa de los derechos humanos de la ciudad de Cali; fui el personero más joven en ocupar esa dignidad, el referido escrito circuló en otro diario como: Nacer, un derecho en riesgo; el jefe de redacción se comunicó conmigo diciéndome: “personero, ese título está muy fuerte” y así circuló hace más de veinticinco años.
A la referida aquí, en esta columna periodística, me contactó, no personalmente, lo hizo por una amiga enviándome este mensaje: “Escribe algo sobre lo que conoces de mí, no me menciones, ni le agregues, ni le quites, no menciones ni siquiera donde vivo”. Le estoy cumpliendo su gusto, respetando no brindar más detalles personales, sé que lee mis escritos, desde ‘Nacer, un derecho en riesgo’, publicado en El Tiempo, Cali; estará pendiente de esta publicación, completamente diferente al inicial, pues fue ella que me inclinó a escribir sobre este tema polémico, bastante polémico, por cierto, por cierto, seguro lo leerá.
La Corte Constitucional asumió este caso como de su competencia y sentenció lo que ya conocemos. Mujeres y hombres en Colombia asumen varias posiciones, se dividen y responden la competencia es exclusivamente del Congreso de la República, pero este no se pronuncia por ahora. Preguntamos: ¿Por qué no lo hace? Unos plantean que se debe acudir al referendo, Artículo 103 de nuestra Carta Magna, una de las formas de participación ciudadana, votado por el pueblo, constituyente primario; otros no están de acuerdo que cinco personas, magistrados decidan descomunal caso.
Al dialogar con algunos hombres, opinaron que no están de acuerdo con el aborto, fueron más allá: “Es que muchas mujeres reniegan del embarazo”. Lo cierto es que esta condición está ligada al sexo femenino por naturaleza.
Desde ya se debe iniciar una verdadera campaña de prevención sexual, desde la niñez como una cultura, evitando desgaste médico y económico, debe arrancar con esas niñas menores de 14 años que viven con el afán de tener su primera relación sexual, quedando embarazadas. Estos conceptos, posiciones de colombianas y colombianos nos sirven para valorar más nuestras vidas y las que están por venir. Ni feminismo, ni machismo surgen aquí, es la naturaleza, su condición femenina que les permite a ellas, esta función vital, no al hombre.
Por Jairo Franco Salas