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Mujer, sempiterna flor de aurora

La mujer es sempiterna flor de aurora, radiante de luz y trasparente como el desfile de la lluvia en las fronteras de la vida y el sueño. En el hontanar de su alma emergen jardines de ternura y la sublime condición de amar y dignificar la vida. La mujer símbolo, universal de la belleza, es musa encantadora del amor y de la creación inagotable del arte. Del hogar, es bendición incansable de trabajo; sus manos son milagrosas en la multiplicación de los panes.

La mujer reclama derechos sociales, laborales y políticos. Es misión fundamental del ser humano amar con respeto y fomentar la tolerancia, el diálogo y la convivencia ciudadana; defender la honestidad y el deber ineludible de hacer el bien; cultivar la paz interior, fiesta santificada del corazón y la memoria. La vida digna es un bien imperativo e inalienable, entre los demás valores es el valor supremo. El ser humano es el centro axiológico por excelencia.

La mujer ama y necesita ser amada. Quien no ama es un pasajero en el lugar equivocado y sus manos desconocen la fragancia de las rosas. Quien deja de amar, huye de las sonatinas azules de la tarde, de las miradas blancas de la luna, de la algazara infantil en las puertas de la casa. El que ama, ve los colores de las flores detenerse en los ojos de los niños, y siente que el esplendor inocente de esos ojos brilla con la ilusión de vivir y crecer lejos de las acciones violentas de los mayores.

Del camino la mujer es la epifanía. Los caminos y las calles son tristes y burdos cuando solamente se ve hombres; en tanto que, con la presencia de la mujer, el ambiente se torna fresco y agradable, y las flores y perfumes se abrazan en el viento; en su piel se siente la música como si por dentro sonaran las cuerdas de una guitarra o los arpegios de un violín.

Cual escultura poética del amor y la belleza, es la mujer. En su espíritu convergen ternura, para engrandecer las virtudes, y fortaleza, para amainar los pesares. Es incansable en las arduas e innumerables faenas del hogar.

La mujer es la suprema alegría de la naturaleza. Su corazón celebra la sinfonía festiva del tiempo y descubre la risa en los labios de la rosa cuando el pájaro derrama la caligrafía de su canto; y en el silencio de la noche, cuando duermen los colores en el patio, y en los silbos del alba los espejos del amanecer.

Invito a cada hombre a descubrir en la poesía una de las bondades que hacen feliz a la mujer. La poesía es la esencia de la vida en la exquisita vitalidad del lenguaje. Brindemos por el buen trato, y porque unas palabras cariñosas al despertar hagan mirar el día con ojos de esperanza. En el trabajo: un saludo cordial, un verso, una canción, un detalle… abren las ventanas del alma y hacen florecer el corazón de alegría y amistad.

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