El Día Internacional de la Madre debe ser un día de grata recordación, de momentos agradables; sobre todo que departir con ese ser querido se constituye en un privilegio; pero no, resulta así. No se justifica por ningún motivo que el día de las madres sea un blanco predilecto para la violencia en todas sus modalidades.
Estadísticas de la Fiscalía de la Nación y el Instituto de Medicina Legal, señalan que en el país en los últimos 10 años, 1677 personas murieron violentamente, durante el fin de semana de esta conmemoración, se incluyen suicidios y riñas; siendo hechos preocupantes, si se tiene en cuenta que los colombianos estamos cada día más educados; pero de nada sirve eso, el hombre entre más civilizado, más inhumano se comporta, ocasionando un manto de acciones crueles acompañadas de dolor y muerte.
Preguntamos ¿Por qué sucede esto? La respuesta es sencilla y tiene que ver con el consumo de licor y drogas que produce alteración de las emociones y como tal confusión y caos. Un hecho que invita a la reflexión en esta contextualización, está articulado con el mundo de la celebración de fiestas; todas ellas comienzan con una elevada dosis de alegría, pero desgraciadamente terminan con hechos violentos que atiborran y apagan la felicidad. Qué bonito celebrar sin que esos adictivos empañen la felicidad de la integración; congregaciones y familias se reúnen, festejan, al final terminan como empezaron, sin fatalidad. El licor y las drogas envalentonan al individuo, lo vuelven brabucón; de tal manera que es capaz de enfrentarse a quien sea y como sea, resulta un ser que actúa sin razonar.
Cuantos hombres y mujeres se encuentran en las cárceles arrepentidos por haber actuado con furia, con el yo violento. Bajo estas premisas de reflexión es importante anotar que cuando hacemos énfasis en la imperiosa necesidad de conocernos un poco más, adentrarnos dentro de nosotros; solo así seremos capaces de entender a los demás. En este mundo tan acelerado que vivimos, donde se atropellan los valores y se menosprecia el respeto; es menester que los diferentes estamentos de la sociedad colombiana aúnen esfuerzos focalizados a mejorar el compartimiento de los seres humanos, desde el inicio del proceso de enseñanza y aprendizaje; el propósito es prevenir muerte y riñas en fechas especiales y si se realizan campañas de sensibilización, consisten en “charlitas” que no son contundentes para enfrentar, disminuir y acabar la impetuosidad de la irracionalidad del individuo.
La violencia que hemos contextualizado no solo está circunscrita al día de las madres; se materializan en cualquier sitio y de cualquier manera; un ejemplo, las escaramuzas y debates incendiarios que se suscitan al interior del Congreso de la República y en otras Corporaciones Públicas. En síntesis Colombia necesita de un bálsamo de buenas acciones, que se materialicen en actos de contenido humano, sensibles, amorosos, fraternales y no violentos que llamen muerte; solo así podemos acabar el flagelo de la violencia en todos sus matices, previniendo muertes. Necesitamos ayudarnos más, soportarnos más, respetarnos más, amarnos más.
Cualquier intensión sana de mantener vida se debe atender, venga de donde sea. La vida es un tesoro muy preciado.
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