Por: Rodrigo López Barros
De otras frases para intitular esta columna periodística podría servirme y seguramente todas adecuadas, con el objeto de denunciar públicamente la hecatombe arboricida que en estos momentos, cuando escribo, está padeciendo la hermosa plantación de pinos de la finca cafetalera de la Federación Nacional de Cafeteros, denominada Cenicafé, cuyas instalaciones edilicias también suelen ser utilizadas para acomodar un incipiente, cuando no estancado, turismo de campo, en la población de Pueblo Bello.
“De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto”. En lo sucesivo allí ya no será así.
El Lunes Santo las campanas de las iglesias se volvieron inaudibles, y así ocurrió durante toda la Semana Grande, ¿hasta cuándo?. Hasta el exterminio total (holocausto) de los árboles, por cuenta del rugido persistente que desciende de la lejanía-inmediata, causado por el trabajo agresivo de las dentaduras inmisericordes de un confabulado grupo de motosierras, manejadas por un pelotón de obreros que necesitan trabajar para sobrevivir, y quizá inocentemente atentan contra el verde bosque, generador buena parte del oxígeno que allí se respira y protector de manantiales de aguas. Ya se han secado arroyos y cañadas en otros lugares adyacentes.
¿Esto acaso ha sido advertido por Corpocesar?
Si los arbolitos fueron plantados por cuenta de peculios particulares, hoy día por motivos de utilidad pública pertenecen al derecho común de los pobladores de Pueblo Bello. En este caso el derecho privado debe quedar subordinado al bien público de todos sus habitantes, por razones propias del ecosistema natural; así sea menester, en términos de justicia privada, indemnizar económicamente a los propietarios privados, erogación que, de negarse La Federación a contribuir con el medio ambiente, tendría que ser asumida por un Ente público, Municipio o Departamento o el Estado, pues así como nuestra tributación por concepto de impuestos sirve para construir y donar “casas gratis” (¡enhorabuena!), no tiene por qué no servir para garantizar a toda la población de Pueblo Bello, su congruo abastecimiento de oxígeno e imprescindibles fuentes de agua, para usos domésticos, abrevaderos de animales y cultivos agropecuarios.
Ahora hay que decir que el problema denunciado genera otro igualmente grave. Ya se observa bastante acumulación de madera aserrada en un sector del predio, situado apenas a dos pasos de la población, a orilla de la vía, denominada Zanjón-Pueblo Bello; y una enorme tracto-mula esperando engullirla.
A esta vía el Gobierno Nacional, a través del Ente llamado Colombia Humanitaria, creado para mitigar las calamidades dejadas por los inviernos pasados, acaba de invertirle una suma de pesos millonaria, cuyos trabajos, como nunca antes, han sido muy bien ejecutados y parece ser que con rara honestidad. De todos modos hay que pensar que sus especificaciones son modestas, para un tráfico de vehículos normales, tanto para cargas como para pasajeros. Y entiendo que hay un muy buen propósito, ya bastante concreto, por parte del señor Gobernador del Departamento, a quien los usuarios de la vía le sabremos agradecer la preocupación al respecto, a fin de hacerle una buena pavimentación; muy justo, porque por allí transita buena parte de los excedentes agrícolas de esta tierra con destino al mercado de Valledupar, y las cosechas de café, y el tránsito común de pasajeros.
Ahora bien, esa vía, pos sus características sencillas, no es posible someterla a un tránsito de vehículos apocalípticos, aptos para cargas pesadas, como las tracto-mulas de marras, que ya estamos viendo; no es dable pensar que el esfuerzo económico público que se ha hecho para mejorar la vía y el que habrá de hacerse para pavimentarla, sean entregados a ese tipo de transporte extraordinario, al servicio de altos intereses mercantilistas.
Por lo dicho, el primer daño mayúsculo al que nos tendremos que abocar es el de la accidentalidad vehicular, y el segundo perjuicio inminente es el que ha de sufrir el modesto puente sobre el río Los Clavos, cuyos cabezotes y piso se tornan débiles y frágiles al paso de las sobrecargas.
La Población de Pueblo Bello espera que los directores de las oficinas del sector ambiental y los medios de comunicación tomen cartas en este asunto, que es de la mayor importancia y máxima urgencia resolver en beneficio del ecosistema de Pueblo Bello.