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Morir lejos de casa: la doble tragedia de los migrantes en Valledupar

El año pasado se registraron cinco asesinatos de migrantes.

Pocos vecinos del barrio Villa Concha tuvieron indicios de una tragedia, más no la sospecharon. Solo al día siguiente, el 6 de febrero de 2020, un fuerte olor proveniente del apartamento ubicado en un segundo piso de la calle 7C con carrera 27 del sector dejó todo al descubierto: el inquilino Yojarvis Antonio Rincón Semprun había sido asesinado.

Los ocupantes de la vivienda de varias plantas se asomaron a la ventana porque no lo habían visto durante el día y notaron la alarmante sangre, dando así aviso a las autoridades. 

El cuerpo de Yojarvis Rincón fue hallado sin vida con motivo de las 10 puñaladas que sufrió a manos, al parecer, de un conocido.  Su apartamento estaba desordenado y faltaban algunas de las pertenecías.


Yojarvis Antonio Rincón llegó en busca de un mejor futuro en la ciudad y se encontró con la muerte.

El joven de 26 años de edad llevaba apenas casi diez meses viviendo en el territorio nacional tras llegar de Ciudad Ojeda del estado Zulia, Venezuela, sitio donde nació.

Había emigrado de su país natal por la crisis económica y política en la que se encuentra sumido. El mismo camino tomó su hermana, quien a diferencia de él hizo vida en Medellín.  

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Rincón Semprun era médico de profesión, pero se encontraba laborando como paramédico en la clínica Laura Daniela de la ciudad. Estaba en busca de un mejor futuro, pero al poco tiempo terminó encontrándose con la muerte. 

Según los allegados, el profesional de la salud era trabajador, amigable y con muchas proyecciones en el ámbito laboral. Por eso, su muerte tomó por sorpresa a la hermana que para la época llegó de la capital de Antioquia para reclamar el cuerpo de la víctima.

La familia del profesional de la salud tras un largo trámite trasladó el cuerpo vía terrestre a Venezuela para llevarlo a su morada final.

¿QUÉ HA PASADO?

Yohannis Rincón comunicó que un año después del asesinato de su hermano, nada ha cambiado, el crimen continúa en impunidad debido a que las autoridades no han dado con el paradero del homicida.

No sabemos nada, no ha habido ningún tipo de cambio durante todo este tiempo que ha transcurrido. Cuando me comunicaba con las autoridades sobre el caso comenzando la pandemia no tuvimos solución, es más desconocemos si siguieron investigando”, acotó la mujer.

 La historia de Rincón Semprun es apenas una de las cinco muertes violentas que el año pasado cegaron la vida de migrantes del vecino país en Valledupar. Las víctimas fueron: Adrián José Delgado Peña, José Gregorio Gómez de Agua, Albert Corzo Vélez, Fernando Javier Montero Rivero y José Enrique López Castillo.

Mientras que este año solamente se ha registrado una. Se trata de Natasha Escarlet Alvear Trujillo, de 24 años de edad, asesinada con arma de fuego en el barrio La Nevada.  La mujer que nació en Venezuela y hace unos años llegó al Cesar en busca nuevas oportunidades laborales junto con su hijo.  Estando en la región aprovechó el origen colombiano de su madre y logró obtener la documentación.

Natasha Escarlet Alvear.

Inicialmente en el 2019 laboraba en una panadería del corregimiento de La Loma, jurisdicción de El Paso. Posteriormente, se trasladó a Valledupar tras romper con su pareja sentimental, quien era el propietario de la panadería.

Residía con su hermana, pero una noche del 7 de enero fue ultimada a disparos por una mujer que posteriormente fue capturada. La agresora actuó sin importarle que Alvear Trujillo se encontrara con su hijo, de seis años de edad, en la pequeña sala de una casa  localizada sobre la calle 5H. 

En un desesperado intento por ayudarla la llevaron al Hospital Eduardo Arredondo Daza de La Nevada  donde reportaron su muerte porque llegó sin signos vitales.

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Sin embargo, esa fue la primera tragedia que vivió la familia Alvear, la cual muchos de sus integrantes también emigraron a la capital del Cesar o nacieron en esta.  La otra fue el largo itinerario que tuvieron que recorrer para dar con las honras fúnebres por ser de escasos recursos.

Aunque tocaron puertas en la Alcaldía Municipal y Gobernación del Cesar no tuvieron respuestas, solamente una mujer que se encontraba en la administración departamental por cuenta propia accedió a brindarles ayuda.

Ese día fui a la Gobernación y gracias a Dios una señora, por medio de un compañero, nos regaló cuatro años de bóveda, lo demás  entre todos los familiares lo pudimos recoger para pagar el ataúd, la preparación y el carro fúnebre”, manifestó la hermana de la víctima.   

Pero para otros esa tarea puede ser todavía más difícil si se trata de pretender repatriar el cuerpo a su país de origen.  

Casi un caso al mes hay de compatriotas que buscan ayuda por un ser querido fallecido acá, dado que para repatriarlos tienen que hacerlo por sus propios medios sorteando todas las dificultades como el cierre de frontera. Acá ninguna institución ni municipal como departamental da asistencia.  Inclusive para el sepelio y proceso es un protocolo demasiado fuerte. Los servicios o gastos funerarios son elevados”, explicó Rafael Morales, líder de la población migrante en Valledupar.

¿QUÉ TAN DÍFICIL ES SER MIGRANTE?

Si bien es cierto que la pandemia del coronavirus y otros aspectos de la sociedad ha dificultado la economía y oportunidades laborales a la comunidad en general, los extranjeros que deciden llegar a la capital mundial del vallenato deben sobrevivir a un ambiente más hostil, en el que muchas veces converge la xenofobia y la ausencia de garantías de sus derechos fundamentales.

Aun así muchos consiguen salir adelante y formar una nueva vida como trabajadores informales en el área de la belleza y restaurantes, entre otros.

 “Acá en Colombia ha sido difícil adaptarse y sobretodo aguantar a muchas personas que generan la xenofobia y la discriminación con adjetivos despectivos como ‘veneco’ y ‘placablanca’ (neologismo para referirse a las trabajadoras sexuales venezolanas). Hubo un momento en que no se quería ir a la calle o decir que era venezolano porque era difícil; yo lo viví con los gobiernos locales”, agregó Morales, quien lleva cuatro años en la ciudad y lidera una fundación. 

Puntualizó también que están en proceso de que la Alcaldía Municipal y Gobernación Cesar se sumen al Plan de Desarrollo Nacional con la población migrante.

De acuerdo con el reporte del pasado mes de diciembre de Migración Colombia, 60 mil venezolanos residen en el departamento del Cesar y 34 mil están en Valledupar, siendo esta la ciudad de la región con mayor afluencia de migrante. 

Periodista: