Fue gracias a Juan Pablo Montoya que en Colombia se empezó a hablar de términos como ‘Pole position’, ‘Pit stop’, ‘Safety Car’, y otras definiciones que eran de uso exclusivo de los amantes de los automóviles.
Con la llegada de un colombiano a lo más alto del automovilismo en la Fórmula 1, en el país se propagó la fiebre por los autos, época en la que la Selección Colombia no era protagonista en los mundiales de fútbol, y en el ciclismo los corredores colombianos no eran los primeros en las grandes carreras del mundo. En esa necesidad de tener un ídolo deportivo nacional, apareció un joven bogotano de 24 años ganando por primera vez en la historia del país la Fórmula CART, las 500 Millas de Fontana, en 1999. Los expertos del deporte auguraban el nacimiento de una estrella nacional en el mundo del automovilismo.
Dos años después, en el 2001, aterrizó Montoya a la Formula 1, después de haber ganado las 500 Millas de Indianápolis en el 2000. Fue entonces cuando en el país muchos se despertaban de madrugada o trasnochaban solo para seguir los premios que se corrían en Europa, Asia y Suramérica, exactamente en Brasil.
En paralelo, el 2001 fue un año agridulce para la Selección Colombia de Fútbol. El 29 de julio la tricolor se coronaba campeona de la Copa América, pero a la vez quedaba fuera de un mundial de fútbol después de asistir a dos seguidos, todo en medio del polémico empate entre Argentina y Uruguay.
A pesar de la Copa América, no era el mejor momento del fútbol en Colombia, pero en las pistas del mundo un colombiano competía con los más grandes del automovilismo.
De Juan Pablo Montoya se tiene la imagen del piloto atrevido que no cuidaba las comunicaciones, incluso algunos se atreven a decir que muchas afirmaciones que daba en su momento en el actual contexto despertarían polémica.
Ese atrevimiento le dio el reconocimiento, pero también lo sacó de carrera en casi el 30 % de los premios que compitió durante los 5 años y medio que estuvo en la máxima competición automovilística.
Aunque marcó una época, Juan Pablo Montoya tuvo el infortunio de compartir generación con Michael Schumacher, siete veces campeón del mundo de Fórmula 1. Dentro de las pistas Montoya nunca respetó al alemán Schumacher. En una reciente entrevista, entre sonrisas, aseguró que para él Schumacher era “el pirobo que tocaba ganarle”.
Siempre fue una piedra en el zapato por su atrevido estilo. En el recuerdo de los más fanáticos están las luchas entre los dos mejores competidores de los primeros años del 2000. Pero la escudería Williams del colombiano nunca le brindó la fiabilidad con la que Ferrari hizo campeón cinco años seguidos al alemán.
En el 2001 su primera carrera la corrió en Australia, rompió el motor; en el segundo premio en Malasia, el carro se le detuvo; en el premio de Brasil salió cuarto, sobrepasó a Shummacher en uno de los adelantamientos más recordados, para quedar en el primer lugar, pero en la vuelta 38 tuvo un accidente; después llegó Austria, Mónaco y Canadá, en los tres premios tuvo que abandonar.
Ese era Juan Pablo Montoya, siempre protagonista. O era el podio o abandonaba antes de tiempo por accidentes o fallas en el motor. En su primera temporada de 17 carreras solo pudo terminar seis, en cuatro de ellas en el podio, con una victoria.
Pasó el 2002 entre los mismos accidentes sin gloria. En el 2003 Montoya era quinto cuando se habían corrido ocho premios. Desde allí ganó 8 podios seguidos quedando a 3 puntos del líder, Shummacher, pero otra vez fue un accidente en el gran premio el que lo dejó en el segundo lugar, a poco de darle a Colombia quizás la mayor gloria del deporte.
EL ENEMIGO DE LA FAMA
Pero Montoya no logró asimilar su posición como estrella nacional. Por eso fue calificado como egocéntrico. “La gente nunca entendió. Es que yo estaba comiendo, y me pedían un autógrafo, yo les decía esperara, que termino de comer y firmo. Entonces por eso decían que era un egocéntrico”, fueron las palabras de un Montoya que vive retirado en los Estados Unidos.
Nunca tuvo una buena relación con la prensa colombiana. Además de su simplicidad a la hora de responder, no quiso ser la figura que llevaba la bandera de Colombia en sus triunfos o el ejemplo de superación. “Es que nunca corrí para ser una estrella, siempre lo hice porque me gustó y listo, no había más”.
DEIVIS CARO DAZA / EL PILÓN
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