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Mompox

Por: Jaime García Chadid

Hoy me quiero referir a Mompox, la que en verdad existe, aunque Simón Bolívar mencionado por Gabriel García Márquez en su novela “El general en su laberinto” afirmara “Mompox no existe a veces soñamos con ella, pero no existe”.  

Un intérprete de sueños diría que es la forma de expresar la realidad de un sueño y, más que todo, lo bello de ese sueño. Pero tan sí existía que llegó a ella en varias oportunidades, de lo cual da testimonio la denominada Piedra de Bolívar, ubicada en la albarrada Momposina que indica con precisión  el arribo y la salida del  libertador. Se rumorea que allí tuvo descendencia, una hija, que no recibió el apellido sino el de la persona a quien fue entregada para su cuido y protección.

Además de “La valerosa”, salieron los soldados para enfrentar al enemigo español siendo que el 19 de octubre de 1812 se dio “El combate de Mompos”, en donde la victoria fue de las tropas del Estado Libre de Cartagena. Allí estaba Bolívar.  Expresó Bolívar: “Si Caracas me dio la vida, Mompox me dio la gloria”.                                           

La he visitado en muchas ocasiones desde cuando se tenían que utilizar los trasbordadores o “ferrys”, hasta hoy, con 5 puentes que acabaron su aislamiento y la integraron físicamente —como a toda esa portentosa región— al resto del territorio nacional.  

Tiene también un moderno y dotado aeropuerto, pero creo que no han sabido aprovechar estas obras y siguen “aislados”, más o menos igual que hace décadas, y para ello no invoco la ausencia de grandes edificaciones, lo que iría contra su esencia de ciudad colonial.  

Dicho esto, no como un aserto sin sentido, porque ella forma parte de una corta lista que por corta y conocida no trascribo para no ofender  a aquellos que creen que una docena de casas de ese estilo dan la categoría.

Mompox tiene tres calles que corren paralelas al hoy “Brazo de Mompox”, cada una de ellas se extiende por más de 2.000 metros de homogénea  arquitectura colonial. Aparte de sus templos católicos y el mismo cementerio que tiene una extraña belleza y hay quienes expresan al momento de visitarlo que “dan ganas de quedarse”. 

Lo de Mompox es un turismo alejado de la historia, vacío que tratan de llenar en parte con eventos como los inventados en Cartagena. Acá, tomado como ejemplo, ofrecen recorrer un corto trayecto Brazo para “ver el atardecer”. Admirable esfuerzo el de esa persona pues sé que lo invertido sobrepasó los tres mil millones de pesos, pero deja de lado a la historia. 

Es evidente que están subutilizando sus posibilidades y dejaron que el deber ser inspirado en la historia y su patrimonio arquitectónico esté cediendo paso a otros aspectos que no por importantes dejan de ser secundarios.

Mompox sí existe, pero duele. 

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