Por Valerio Mejía Araújo
“Entonces Jesús, respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís…” San Mateo 20:22
Como en la situación de los hermanos Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; cuando tratando de usar las influencias de su madre, quisieron ocupar posiciones de privilegio en el Reino; también nosotros, en ocasiones nos desubicamos y tenemos momentos de confusión en nuestras vidas.
La solución no es la negación o el escape, o decir que no deberían existir, ni que se trate de que estén bien o mal; sino de aceptar y reconocer que ante nosotros hay caminos inexplorados o situaciones que no comprendemos por el momento.
Solamente cuando experimentamos la confusión y somos confrontados por Dios, podemos comenzar a buscar el camino de solución y de respuesta. Algunas veces toma tiempo, otras veces será rápido y certero, pero siempre debemos hacer un alto para replantear y corregir el rumbo.
En mi experiencia, encuentro tres causas comunes de confusión en nuestra relación con Dios: la primera es cuando la amistad con Dios se oculta detrás de un velo.
Es cuando me siento confundido sobre nuestra amistad con Dios. Jesús ejemplificó la oración con un hombre al que parecía que no le importaba su amigo, pero que la insistencia e importunidad quebraba todo obstáculo. En momentos de confusión, podemos pensar que Dios es un amigo poco amable.
En momentos de confusión se posa una nube sobre la amistad del corazón; incluso, el mismo amor muchas veces debe esperar en medio del dolor y el llanto para obtener la bendición de una comunión más plena. ¿Esperamos confiadamente en Dios, cuando la confusión oculta su rostro de nosotros?
Segundo, Cuando nuestra confusión arroja sombra sobre su paternidad. Jesús dijo que si nosotros, siendo malos, sabíamos dar cosas buenas a nuestros hijos, ¿Cuánto más el padre celestial dará cosas buenas a los que le pidan? Habrá ocasiones de confusión, en que Dios nos parecerá un padre desnaturalizado, parecerá duro e indiferente. Si todo lo que vemos ahora es una sombra gris sobre el rostro del padre, espera y confía que al final Dios nos dará su revelación clara, su concisa comprensión y justificará todo aquello que ha permitido que ocurra en nuestras vidas.
La tercera, es cuando somos confundidos por lo extraño de su fidelidad. ¿Y acaso, Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? ¡Os digo que pronto les hará justicia! Aún cuando las cosas se demoren y en ocasiones se conviertan en tormento del corazón, debemos esperar en fe, creyendo que lo que Jesús dijo es verdad.
Aunque momentáneamente, no comprendamos lo que Dios está haciendo, debemos confiar que él tiene cartas en la manga, y pone en juego asuntos de mayor peso y envergadura para activar las respuestas a nuestro favor.
Querido amigo lector, Por pequeño que sea lo que dejemos entrar en nuestras vidas, sin la dirección de Dios, será más que suficiente para producir confusión espiritual.
Si en nuestra vida espiritual hay momentos de confusión, creamos que Dios está obrando, llevándonos por caminos insondables que no podemos comprender por el momento, pero luego, nos harán comprender el claro propósito de amor que Dios tiene para nosotros.
Recuerda que Dios siempre está presente, aunque esté callado.
Saludos y muchas bendiciones en Cristo.