Durante tres años, senadores de casi todas las bancadas hemos acudido a todos los recursos posibles para impedir la venta de Isagén: proyectos de Ley, proposiciones, debates de control político, demandas ante tribunales, constancias de rechazo a esa enajenación, exposición de alternativas para obtener los recursos necesarios sin tener que vender la empresa, cartas a las empresas oferentes en la venta, entre otras numerosas acciones.
El Gobierno ignoró este clamor del Legislativo y enajenó las acciones que todos los colombianos poseíamos en Isagén, una empresa estratégica para el país en términos energéticos, ambientales, sociales, de competitividad y de seguridad nacional. En consecuencia, ante el Congreso, que tiene entre sus funciones no solamente la de hacer las leyes, sino también la de controlar el buen desempeño del Ejecutivo, se propuso una moción de censura contra el responsable de la decisión de la venta de Isagén, el Ministro de Hacienda.
Aunque la moción todavía no ha sido votada, el pasado lunes, en debate en plenaria, se hizo pública la posición de la mayoría de los senadores. El resultado previsto es que la moción será hundida.
Desde el comienzo, fui una de las impulsoras de esta iniciativa, pero, sorpresivamente, el lunes mismo, mi partido, el Liberal, tomó la decisión de votar en bloque en contra de la moción, lo cual, conforme a la Ley de Bancadas, me imposibilita para apoyar la misma, con mi voto o con alguna intervención en el debate, so pena de perder mi investidura.
De este modo, se concluye que, en el liberalismo, la censura no terminó siendo al Ministro, sino a los congresistas que defendíamos la moción.
Paradójicamente, tras el debate, quien más perdió fue el liberalismo, un partido que había defendido, mayoritariamente, la no venta de Isagén y que, basado en su principio histórico de proteger el patrimonio público, había liderado la mayoría de las acciones anteriormente mencionadas, que emprendimos para impedir esa nociva transacción.
Al imponer a todos sus senadores una postura en contra del ideario mismo del partido, con el pretexto de que estamos comprometidos con la paz, el partido, de nuevo, se arrodilla, ciego, ante el Ejecutivo, y continúa perdiendo la bandera de la defensa legítima de la primacía del bien común sobre el bien particular.
El Partido Liberal debió haber sido consecuente, respetar la coherencia de quienes seguimos en la línea de la defensa del patrimonio público y no amordazarnos, ni impedir mantener nuestra postura en un debate abierto y plural.
El senado perdió una gran oportunidad para recobrar su dignidad, hacia la representación real de los colombianos; un urgente paso hacia la recuperación de su credibilidad, para que esta sagrada institución volviera a ser, como su nombre lo indica, un senatus, máximo ente consultivo, integrado por los más sabios.
Triste día para el senado y para el Partido Liberal.