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Mito y razón (I)

Para comprender la cultura occidental, que de alguna manera es la nuestra, hemos de visitar a los antiguos griegos, la cual advino cuando esos pueblos alcanzaron un suficiente desarrollo material; lo cual nos enseña que sin un desarrollo de tal naturaleza no puede haber cultura, y eso es válido en todos los lugares y en todos los tiempos.

Los primeros asomos de esa cultura fueron los mitos, les siguió la literatura y finalmente, la razón.

Los mitos. El movimiento de los astros; los fenómenos atmosféricos; la enfermedad, el nacimiento, la muerte, y muchos otros, tendrían por causa la acción de seres sobrenaturales.

Por ejemplo. Si estallaba una tormenta, era Zeus que lanzaba sus rayos sobre la tierra; si el temporal arreciaba y las condiciones del clima hacían peligrar la barca, se trataba del dios de los mares, Poseidón, que sacudía al mar con su tridente; Dionisio hacía crecer la uva; Prometeo había entregado a los hombres el uso del fuego y Esculapio, los secretos de la medicina; Alejandro Magno, el conquistador, era hijo de Zeus, y el sabio Platón, lo era de Apolo.

Aquella fue una época maravillosa, imaginativa y creativa; el siglo VIII A.C. lo fue de la literatura homérica con la Ilíada, que narra las gestas heroicas de Aquiles y sus compañeros en pos de la gloria; pero ya en la Odisea nos advierte de los tiempos nuevos mediante el uso de la inteligencia racional por parte de Ulises que en medio de las contradicciones se abre paso para regresar a su patria Itaca, y aún antes, en la Ilíada, éste le enrostra a Aquiles “que lo aventaja mucho en el pensar”.

La razón. Pero quien verdaderamente pone en movimiento el empleo de la razón es Tales, el de Mileto, hacia el siglo VII A.C., prospera ciudad por entonces, fundada por los griegos a la orilla del mar Egeo en el occidente de Asia menor, hoy Turquía, por allá por los tiempos de la guerra de Troya, hacia los siglos XII y XIII A.C.

Para colmar su aventura por el estudio, pensar y hacer ciencia, Tales quiso permanecer soltero. Cuando su madre lo apremiaba para conseguir mujer, le decía, “todavía es temprano”; y años después, le contestaba, “ya es tarde”.

Fue un filósofo raro, porque al mismo tiempo fue un hombre rico. Se cuenta que por sus conocimientos astronómicos pudo prever una gran cosecha de aceitunas, sembró y cultivó bien, y al fin del año siguiente se vio rico y respetado (esto no ha variado). Aristóteles, que se preocupaba en defender su gremio de filósofos, narra en su “Política” esta anécdota, para demostrar a todos los que piensan así que la filosofía no es inútil, y que sus cultores “pueden hacerse ricos fácilmente si lo desean, pero que su ambición es otra”.

Tales aprovechó su riqueza para ponerse a estudiar (nada más loable). Fue a Egipto para aprender matemáticas, que luego introdujo en Grecia, e inventó calcular la altura de las pirámides midiendo su sombra (hay que suponer que con eso pagó sus estudios). Muchos otros inventos y cálculos llevó a cabo, cuya riqueza intelectual ha heredado el mundo hasta nuestros días.

Moraleja: superar los mitos, reducir la conducta emocional, usar la razón, es el legado de Tales y que conduce los pueblos a la convivencia pacífica y a la prosperidad material y espiritual.

NOTA: si visitas Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

Por Rodrigo López Barros

rodrigolopezbarros@hotmail.com

Categories: Columnista
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