“Ayer cuando yo salí a ver un asunto pendiente, cuando llegué a la cita me encontré fue un aparato que se burlaba de mí y me mostraba los dientes, me decía con su voz ñata aunque corras yo te alcanzo”.
Recordamos el aparte transcrito de la canción ‘El aparato’, incluida en el año 1982 por Osvaldo Rojano y Virgilio de La Hoz en el L.P. titulado ‘Delicias vallenatas’ por ciertas cosas que pasan en la región.
No sé si es coincidencial, pero durante los días previos a la Semana Mayor suceden muchas vainas extrañas que concitan la curiosidad de la gente y dan lugar a relatos de connotaciones macondianas.
Evidentemente durante los cuaresmales días se entera uno por los medios de comunicación de súbitas apariciones de la imagen de Jesús, de su Papá o su Mamá en un palo, en una tacita, en una arepa o en la tapa de una cajeta, y todo el que se va enterando le va agregando su miguita para hacer el cuento más emotivo y aterrador.
También se ha tenido conocimiento sobre algunos ritos de connotaciones esotéricas que ponen a la gente con la piel de gallina a pensar y a inventar. Por ejemplo, el año pasado en un noticiero de televisión vimos la noticia sobre la misteriosa aparición de un duende en las calles de La Paz, también informó sobre el caso del desplazamiento de un vehiculo de un lado a otro sin conductor, envuelto en llamas y pitando; sin embargo, esta semana mientras compraba una yuca treintera en el mercado de Riohacha, pude escuchar a una señora comentando el mismo asunto a otra persona diciéndole que sucedió el primero de marzo reciente pasado y con tantas exageraciones que quede convencido que estuve en presencia de una experta literata por la genialidad de su narración, lo que le estuve escuchando parecía el relato de una película de terror sobre alguna obra del escritor, poeta y periodista Edgar Allan Poe. Como sería que se me pararon los pelos y de allí, salí con miedo.
Todavía hay más, porque mientras disfrutaba de un caliente dulce de leche acabado de bajar en la cocina de la tía Margot en Monguí, me contaron que en Villa Martin fueron profanadas varias tumbas con propósitos hasta ahora desconocidos y que en el interior del cementerio, y a muy pocos pasos del sepulcro de Francisco El Hombre, fueron encontrados unos gallos negros a los cuales les volaron el pescuezo, no se sabe si fue que el diablo enterado de la presencia por allí del hombre que lo derrotó con el Credo al revés estuvo merodeando el lugar para cerciorarse que no se ha producido su resurrección.
También en Monguí mientras compartíamos un delicioso sancocho de gallina debajo de un palo de mango atropellado por el verano, me conto Nelis, mi tía, que el incumplimiento de la última voluntad de una familiar reciente fallecida tuvo a punto de producir una tragedia; sucedió que la difunta había pedido en vida que si moría, cuidadito le iban a colocar ni altar, ni candil, ni velación de ninguna clase porque se iban a llevar un susto.
La mujer falleció y aunque vivía en Riohacha la llevaron a sepultar en el pueblo y antes de trasladarla al ‘Corazón Fino’ (así se llama el campo santo) la “velaron” durante una hora en la casa de sus viejos, para lo cual colocaron como es usual, el altar con sábanas, el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús y un velón encendido, y cuando la sacaron de allí para conducirla a su última morada, sin saberse por qué el altar se incendió, de la sabana no quedo nada y el bellísimo cuadro que yo le había regalado a mi tía quedó reducido a cenizas. Todos los presentes dijeron en coro: “Eso fue la difunta porque desobedecieron su última voluntad y estamos en cuaresma”. Como decía Diomedes, se las dejo ahí.
@Nene_AcostaM