Aunque tenga dudas sobre la actuación de María del Pilar Hurtado, no me cabe duda alguna en que fue utilizada por quien la nombró en la jefatura del ya eliminado DAS, institución a disposición del Presidente de la República por orden legislativa.
Cuando se asiló en Panamá, vino a mi mente la pregunta por qué tomó tal decisión, si en su país la pasaría mejor con los beneficios que le darían por la investidura que tuvo, en caso que la condenaran por el acecho secreto a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a varios políticos y periodistas, además a sindicalistas y defensores de los derechos humanos, acto tipificado como delito grave por la ley colombiana.
Llama la atención el temor de María del pilar, ya que ha solicitado protección a su vida, pero miedo a quién, si el interés de las víctimas de seguimientos con interceptaciones ilegales de sus conversaciones es de conocer a los verdaderos autores que ordenaron esta inquisición, porque pareciera que en esta persecución participaron varias personas con ascendencia suprema sobre el jefe de la Casa de Nariño en aquel tiempo.
Por el amasijo de intereses que hay en Colombia, lo más seguro es que a los autores intelectuales de las chuzadas del DAS nunca los delaten y, por ende, jamás se conocerá la verdad, pues como siempre los actores materiales en prevención de las retaliaciones de sus mandamases asumen la responsabilidad de los ilícitos, a pesar que todo mundo sabe que no es cierto.
En consecuencia, no sería raro que a la actual acusada de los delitos de concierto para delinquir, violación ilícita de comunicaciones, abuso de función pública, prevaricato por acción y falsedad ideológica que dan para muchos años de condena, se le acepte el beneficio de rebaja en la pena ya ofrecida por la Fiscalía.
Los medios ya anunciaron que en la primera semana de marzo, la Corte Suprema de Justicia emitirá la sentencia contra María del Pilar, con el propósito de respetar sus derechos, esperemos el fallo que está en manos de nueve magistrados y dos conjueces, cuyo ponente es el magistrado Fernando Castro. Este veredicto será el termómetro que medirá la rigurosidad o blandura de la máxima corte de justicia colombiana, que como en las otras menores también se cuecen habas.