“Mi siervo Moisés ha muerto. Ahora pues, levántate y pasa este Jordán, hacia la tierra que yo les doy a los hijos de Israel”. Josué1, 2.
Después de la muerte de Moisés el pueblo quedó devastado y confundido, y mientras se lamentaban y lloraban la partida de su líder, Dios habla a Josué y le pide tomar la dirección. Más allá del dolor y la confusión era necesario enfocarse en lo que vendría. Dios le pide a Josué soltar el pasado y caminar hacia adelante, con la promesa de su presencia, así como había estado con Moisés.
Muchas veces en nuestras vidas nos aferramos a las cosas del pasado o cosas muertas, no miramos hacia adelante y por eso no entramos en las promesas que Dios tiene para nosotros. Moisés representaba algo que había dejado de existir, estaba muerto. Para algunos puede representar una oportunidad que se cerró, un sueño que no se cumplió o una ocasión que no se aprovechó.
Amados amigos: Es tiempo de confiar en Dios y proyectarnos hacia adelante. Es tiempo de levantarnos para seguir adelante. Cuando nos aferramos a alguna parte de nuestras vidas de debemos dejar atrás, nos limitamos para seguir hacia adelante. El pasado ya se fue y nada podemos hacer para cambiarlo. ¡Los mejores días están por llegar! ¡Lo mejor de nuestras vidas está adelante!
El liderazgo de Moisés había sido fructífero y eficiente, Dios los había acompañado durante su travesía, de día en una nube de gloria y de noche en una columna de fuego. El pueblo se movía cuando la nube se movía. Ahora, Dios cambiaba el sistema hacia algo mejor: “Yo iré con ustedes siempre a todo lugar que pisare la planta de vuestros pies”.
Es menester renunciar a la antigua forma. Hoy día, el Espíritu está dentro de nosotros y la promesa de Jesús de estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos es una hermosa realidad. Por supuesto que, sí es importante el pasado como fundamento del presente y apalancamiento del futuro, de donde, se hace necesario planificar y predeterminar un curso de acción hacia el futuro.
Dios promete que cada mañana son nuevas sus misericordias, Él renueva nuestras fuerzas y nos lleva a nuevos niveles de desafío y responsabilidad. Si llegamos a sentirnos cansados y apáticos, tristes y apagados, puede ser que estemos añorando tiempos idos y seamos renuentes a recomenzar de la mano del Señor. Debemos dejar de mirar atrás y poner nuestra mirada en Cristo, quien es el mismo ayer, hoy y por los siglos, con la certeza de que el mismo que predicó buenas nuevas a los pobres, vendó a los quebrantados de corazón y publicó libertad a los cautivos, es quien va delante de nosotros abriendo caminos y rompiendo cerrojos.
Es tiempo de mirar hacia adelante para entrar a la tierra de las promesas y poseer aquello que Dios ha preparado para los que lo aman. Es tiempo de avanzar con la mirada puesta en el galardón, puesto los ojos en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. ¡Adelante!
Un abrazo cariñoso en Cristo.