En esta época de pandemia nos hemos acostumbrado al ya sempiterno ‘webinar’ con las herramientas de reuniones entre ellas la denominada Zoom.
Ya son llamativas las alusiones a ese tipo de ejercicio de los funcionarios, que ha llamado el excandidato presidencial venezolano Henrique Capriles, en alusión a Juan Guaidó, el presidente ‘interino’, como “gobierno de internet”. Se quisiera decir que es un estilo que no tiene el mando y no le toma el pulso al terreno.
Esa característica podría acentuarse tratándose de excelentes profesionales, por sus credenciales académicas, por los que se escogen a pesar de no tener ninguna experiencia en gerencia pública ni privada, y posiblemente tengan poca ‘inteligencia emocional’, de comunicación y de conocimiento de la idiosincrasia de la gente.
De modo que lo que Bolívar llamó los ‘niños del Bartolomé’ refiriéndose a los estudiantes liberales y santanderistas del rancio colegio santafereño, hoy se dice en la Colombia profunda de los andinos, rosaristas, javerianos, etc., que manejan con buenos datos las políticas públicas .
Con todo, preferimos jóvenes con credenciales académicas y no por influencia política como le ha pasado al gobierno Duque con los débiles ministerios de las carteras políticas, de defensa y de relaciones exteriores en las que se nota que influyó más la recomendación del jefe.
En el caso del Ministro Malagón se dan condiciones especiales pues, es de origen de la provincia, se educó en la Universidad Nacional y le ha tocado ponerse al frente de una cartera a la que le puso un fuerte perfil Germán Vargas Lleras cuando el presidente Santos decidió ponerle a su vicepresidente un cargo concreto; fue Vargas una locomotora en el Ministerio y en el Cesar se notó, en el periodo de la administración de FredysSocarrás cuando se tuvo la época dorada de la vivienda social.
Hace bien el preparado ministro en exponer y hacer visible personalmente su gestión al frente del Ministerio en la región de afectos. Ya era hora de que diera el primer paso, aunque tímido de hacerlo por Zoom en limitada reunión, y no de estar delegando en aspectos claves. Se requiere el concurso de los que hacen la vivienda y los acueductos en el territorio, los constructores, el gremio local, los ingenieros y los trabajadores, así como los proveedores de insumos como los ferreteros. Verbigracia: en proyectos como la Villa Bolivariana deberían escucharse las recomendaciones de los empresarios de la construcción. Valorarse en análisis ponderado y participativo.
Se necesita, aunque en ciertos círculos resulte mal decirlo , más microgerencia -esa que le criticaban a Álvaro Uribe pero que resultó efectiva con la gente- meterse al barro, escuchar cómo tiembla la tierra, y trabajar arremangándose la camisa en talleres, en mesas redondas y no desde el atril de un auditorio físico o virtual, identificando cuellos de botella, impasses, y agilizar, porque la situación de desempleo es explosiva, el sector es dinamizador por sus encadenamientos y se trata de reconstruir con hechos la confianza y la esperanza.