La descarbonización global requiere una nueva dinámica de inversiones y consecuentemente de flujos de capital. Para la transición energética las economías emergentes tienen un rol prominente debido a las capacidades para el suministro de minerales y metales.
La creación de capacidad para la producción, el procesamiento y el reciclaje de minerales críticos es un proceso altamente técnico, intensivo en capital y requiere una visión a largo plazo de las inversiones. Cerrar la enorme brecha entre la creciente demanda global y la oferta disponible requerirá un esfuerzo concertado por parte de los gobiernos, la industria y los inversionistas. Esto no puede hacerse a expensas del freno del cambio climático ni de los derechos humanos.
La demanda de materias primas críticas está aumentando debido a su papel en las tecnologías de energía limpia. Los países en desarrollo, particularmente en África, que posee el 30 % de las reservas minerales mundiales, son fuentes clave de estos minerales. La minería sostenible y el aprovechamiento de los recursos naturales para el avance económico son cruciales. Se necesitan inversiones significativas y enfoques de políticas nacionales adaptados para apoyar la industrialización verde.
Los países en desarrollo desempeñan un papel importante en el abastecimiento de minerales y controlan una parte significativa de las reservas estimadas. Por lo tanto, satisfacer la demanda de materias primas críticas relacionadas con la energía podría ser una importante vía de desarrollo. Sin embargo, es necesario desarrollar la actividad minera de manera sostenible, restringiendo la avaricia que absorbe las dotaciones naturales y condena con externalidades.
Los minerales críticos elementos antaño olvidados y cruciales para la tecnología moderna han pasado a ocupar un lugar destacado en la agenda geopolítica. La “carrera armamentística” mundial de las baterías, impulsada por la llegada de los vehículos eléctricos, ha provocado un cambio radical en la demanda de litio, níquel, cobalto, grafito, y manganeso.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina alberga aproximadamente el 60 % del litio identificado en el mundo. En zona de los Andes Argentina, Bolivia y Chile conforman el “triángulo del litio”.
El desajuste entre la oferta y la demanda, especialmente de litio, ha creado una tremenda desconexión de materias primas entre quienes construyen vehículos eléctricos, y quienes extraen estos elementos fundamentales para su funcionamiento.
Hacer posible el crecimiento de economías sostenibles para ayudar a frenar el cambio climático y crear un mundo más equitativo, cada período parece una paradoja. Alrededor de la extracción del litio convergen retos de sostenibilidad en torno a su extracción. Por tonelada se utilizan 2,2 millones de litros de agua, lo que ha provocado graves problemas en torno al estrés hídrico.
La exportación de materias primas críticas destaca la importancia de los países en desarrollo para la transición energética. Sin embargo, la mayor parte del valor agregado de estas cadenas de valor se captura en países que procesan los minerales, mientras que los países productores conviven con el riesgo de que la nueva riqueza conduzca a nuevas formas de dependencia y al montaje de un progreso incongruente que aporta para el futuro industrialización verde, pero asumiendo el riesgo de contaminar sus cuencas hidrográficas.
Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12