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Miguel Meza y la rosa del rozal

EL TINAJERO


Por José Atuesta Mindiola

El pueblo de Los Venados está adornado por la mansedumbre del cauce del río Garupare o Garupal, nombre dado por los indígenas para significar la transparencia y la pureza de sus aguas. Y fiel a esta etimología del rio, son muchos los nativos de este bello corregimiento de Valledupar que han salido con su fardo lleno de ilusiones a conquistar en las universidades los cetros de la academia para luego ejercer con dignidad, eficiencia y transparencia destacadas funciones en los diversos campos labores de otras ciudades.

Entre esos hijos ilustre de Los Venados, cuya peregrinación espiritual ya navega en el edén de la eternidad, está Miguel Francisco Meza Valera. Su imagen  física  aún es aurora en el esplendente día de la memoria, es reciente el paso de  su épica terrenal a las fronteras del silencio de los sepulcros, apenas, el pasado jueves 5 de agosto. Todavía su voz se escucha en el corazón de su esposa, sus hijos y sus nietos; su voz está fresca como el silbido matinal, la corta distancia del tiempo no le ha permitido convertirse en eco.

Miguel Meza Valera, hizo los que hacen muchos seres humanos, embellecer la vida con buenas acciones para embellecer la muerte. La historia de Valledupar lo reconoce y lo reconocerá como ese joven de provincia que con firmeza y deseos de superación viaja a Bogotá y cursa los estudios de ingeniería civil en la Universidad Jorge Tadeo Lozano para desempeñar con altura la profesión. Entre los diferentes cargos, todos  ejercidos con rectitud, honestidad y decencia pública, tuvo el honor de ser en dos ocasiones alcalde de Valledupar (1974-1977 y 1985- 1988). Y de él, dice la doctora Lesbia Baute: “Antes y después de  ser alcalde de Valledupar sus bienes fueron los mismos, no hubo ni una lejana duda ni un vestigio de sospecha de malos manejos. Fue un hombre transparente, ejemplo de la ética administrativa, responsable en lo personal y lo público…”.

La sencillez y la decencia fueron dos virtudes de Miguel Meza Valera. La honradez fue el espejo de sus días. La opulencia no estuvo en sus afanes, su espíritu se extasiaba con la melodía de  los versos del merengue  del maestro Alfonso Cotes Queruz:”Nunca ambicioné el dinero / porque no me interesó / pero si he gozado yo / de las cosas que más quiero.…”.

En el amor fue un ser afortunado. Gloria Armenta Mestre, una musa del canto vallenato, fue su adorada esposa. En la segunda mitad de los años de 1960, un acordeonero, cantante y compositor, Alcides Moreno, inspirado en la belleza de la juvenil vallenata, compuso una canción que estuvo de moda en la ciudad: “Gloria parece una rosa / y es la más hermosa del bello rozal…”

El Ingeniero civil de Los Venados, embelesado en la canción busca  a la musa,  la rosa de sempiterna sonrisa que hacia soñar el corazón de muchos jóvenes vallenatos, y con su gentil figura varonil de jugador de baloncesto, el joven Miguel conquista el amor de la rosa que sería el jardín de sus amoríos. La madre de sus tres hijos.

DÉCIMAS A MIGUEL MEZA


I
Valledupar conmovido

en un manto de pesares,

se abrazó a los familiares

de un amigo muy querido,

que fue alcalde distinguido

de esta tierra vallenata,

y la historia lo relata

por su rectitud sincera:

fue Miguel Meza Valera

una persona sensata.

II

Gloria Armenta  era su esposa,

bella musa en madrigal

y entre rosas del rozal

ella era la más hermosa.

Con una canción famosa

de nuestro lindo folclor,

Alcides Moreno, el cantor

elogiaba su belleza;

pero el joven Miguel Meza

fue el galán conquistador.

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