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Mi testimonio de un accidente que no debió pasar 

Imágenes del accidente vehicular en el que resultó herido Gonzalo Arzuza Torrado.

Generalmente los accidentes viales ocurren por errores humanos, la mayoría por la falta de pericia para maniobrar en momentos de crisis, muy pocas veces por ser eso: “accidentes”. Quien se pone al frente de un volante tiene que entender que es responsable de lo que ocurra dentro y fuera del vehículo y que, de su responsabilidad, concentración, pericia, prudencia, manejo defensivo, entre otras condiciones, depende la vida, si señores la vida de quienes se movilizan con él, como de quienes se movilizan a su alrededor. 

Siempre había tenido algo de temor al salir a las carreteras a realizar una de las actividades que sin quererlo se convirtió en parte esencial de mi existencia. Desde niño la bicicleta fue un medio de movilidad y diversión espontanea, pero en los últimos años, así como les ocurre a muchos se convirtió en un elemento vital para mi vida y que curioso, que esta pasión por un irresponsable al volante por poco me cuesta la vida. 

ALGUNAS SECUELAS

Aún recuerdo en las noches, donde busco la tranquilidad para descansar, el momento exacto en el que divisé a los lejos ese vehículo azul que venía hacia nosotros los ciclistas que transitábamos en grupo por esa carretera que muchas veces recorrimos esquivando toda serie de obstáculos menores, pero que esta vez se ponía a prueba al máximo nuestra capacidad de reacción. 

Solo recuerdo el sonido de las llantas sobre el pavimento, la masa que a gran velocidad se nos venía encima. La primera reacción natural fue parar, imprimir la mayor fuerza a los frenos para esquivar la mortal embestida. Recuerdo que en primera instancia esa acción dio resultado, porque el vehículo paso rosando la llanta delantera de mi bicicleta y de mi acompañante, quienes curiosamente y por esas cosas del destino habíamos realizado un pequeño embalaje para adelantar el grupo y mostrar algo de potencia, sin saber que esa acción tendría su reacción inmediata. 

Esquivamos con pericia el primer envión, pero seguidamente cuando al carro dio la vuelta nos pegó con la parte trasera y a mí particularmente me tiró sobre el panorámico y caí dentro del mismo, sobre una cantidad de verduras que eran transportadas en un vehículo diseñado para otra cuestión totalmente diferente. 

DIOSIDENCIAS 

Dicen y creo en las Diosidencias, porque una vez se produjo el impacto, apareció por obra de Dios una ambulancia por el lugar sin paciente, con el espacio pertinente para que mi cuerpo ensangrentado, ocupara su camilla y lograr así ponerme con inmediatez en la clínica Erasmo, donde por otra Diosidencia se encontraba el especialista Víctor Hugo Carrillo, amigo de infancia que una vez se percató quien era el accidentado se puso al frente de mi situación para tratar las que se consideraban graves lesiones en mi rostro y cabeza. 

El resto del relato es historia, hoy me encuentro en franca recuperación, valorando mucho más la vida, agradeciendo a Dios por permitirme seguir al lado de mi familia y mis amigos y aportando mis mejores esfuerzos para el bien de la sociedad. Necesito de nuevas intervenciones, pero hoy los especialistas y quienes vivieron a mi lado ese momento no se explican la rapidez de la recuperación y la mejora de mis lesiones. 

Pero ahí no termina todo. La parte esencial de mi recuperación es importante, pero seguramente muchos no contaron con mi suerte y protección divina y sus familiares lloran en sus solitarias tumbas por los trágicos momentos, producto de la irresponsabilidad de quien toma un volante y no entiende o se concientiza que esta sobre un arma que puede ser mortal para él o para los demás. 

Las vías a los corregimientos del norte de Valledupar son estrechas y de mucho riesgo para los ciclistas.

PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

Hoy son muchos los interrogantes y los reclamos de quienes, así como yo, utilizan estas carreteras estrechas de nuestro municipio para hacer deporte y crear estilos de vida saludable a través de la bicicleta, arriesgando la integridad personal y en muchos casos la vida, que a través de esta sana practica buscamos proteger. 

¿Dónde están los retenes preventivos? ¿Quién ejerce control sobre estos vehículos con carga sobredimensionadas que pasan por todos lados, sin que ninguno haga nada? ¿Dónde está el valor de la vida de los usuarios de estas vías? ¿Quién revisa los documentos de estos viejos vehículos que transitan como Pedro por su casa, seguramente sin soat, tecnicomecamica, quizás sin tarjeta de propiedad? y que decir de quienes los conducen, a altas velocidades como si la vía solo fuera de ellos, de quienes me atrevo a asegurar no cuentan con la licencia de conducción requerida en este país para ejercer esta práctica, o sin la pericia o la preparación para hacerlo. 

LAS TRISTES CONSECUENCIAS

Yo hoy puedo, gracias a Dios, echar el cuento, pero cuantas historias conocemos de amigos, conocidos, o ciclistas, residentes en estas zonas de alto tráfico, que no pueden decir lo mismo o que se encuentran sumidos en una cama con lesiones graves que le afectaron sus condiciones dignas de vida. 

¿Dónde está la investigación de este y de otros casos? Donde está la sanción judicial para persuadir a quienes se atreven a poner en riesgos sus vidas y la de los demás cuando de forma temeraria conducen un vehículo sin cumplir con las más mínimas exigencias de las normas colombianas. 

Hoy quedan muchas preguntas en el aire, pero lo único cierto es que sentí temor por mi vida, pensé que hasta ahí llegaba mi historia y en esos instantes pasaron por mi mente las imágenes de mis hijos, mi familia y la angustia se apoderó de mi mente y de mi cuerpo. Son momentos que no le deseo a ninguno, pero son situaciones que se pueden prever, evitar, con solo cumplir cada quien el rol que le corresponde y actuar de forma preventiva en las vías.

POR GONZALO ARZUZA TORRADO /ESPECIAL PARA EL PILÓN

Categories: Crónica
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