Por José M. Aponte Martínez
Casi siempre o casi nunca se habla del suegro, pero siempre se refieren a la suegra y casi siempre en no muy buenos términos; si hoy me refiriera a la mía, Margoth Cuello Gutiérrez, en dos palabras la definiría: Un ser maravilloso, pero voy a hablar de quien fue su esposo, mi suegro Hernando Morón Canales, quien en esta semana ha sido personaje central de múltiples homenajes con ocasión del centenario de su nacimiento: Primero lo hizo El Pilón, quien le dedicó un magnífico Editorial destacando sus virtudes de hombre público y liberal de racamandaca; en la misma edición el Doctor José Antonio Murgas Aponte con fluido verbo y prodigiosa pluma lo describe a sus anchas, pues él sí que lo conoció bien. Siempre los comentarios fueron alrededor del hombre público, liberal excelso e incansable luchador de sus causas políticas y ayer sus hijos: Gladys, Alicia, Fanny, Hilva, María Mercedes (mi Mercy), Miriam, Hernando, Carlos, Edda, Malvina, Álvaro, Iván, Rodrigo, Carola y María Luisa, le brindaron un cálido y emotivo homenaje en el exclusivo y elegante Salón Cañaguate del Club Valledupar con la asistencia de lo más granado de sus amistades íntimas y una moronera que da miedo. Fue un acto social agradable que se extendió por espacio de tres horas, en donde se recordaron anécdotas, se narraron pasajes gratificantes de su vida y se pasó delicioso; el gran ausente fue su sobrino mayor Andrés Becerra Morón, quien por problemas de salud no puso asistir, pero como nos hubiera gustado oírlo narrando el pasaje cuando su padre Pacho Becerra, Jefe Conservador Laureanista de San Diego, lo botó de su casa cuando supo que por influencia de Don Hernando, su tío, se había vuelto liberal. Desde aquí rogamos a Dios por su rápido restablecimiento, aunque ya con casi 90 encima, es mucha la lora que ha dado y la historia que Andrés dejará.
Bueno, hablemos de mi suegro Don Hernando como persona, como ser humano, como otro papá, pues eso son los suegros, los abuelos de nuestros hijos. Mi suegro era un verraco y también como la señora Margoth, un ser extraordinario con la diferencia que ella era un dehechado de virtudes y él no era propiamente eso, tenía defectos, pero los sabía manejar y lograba superarlos.
Mis relaciones con él, en el transcurso de mi largo noviazgo con Mercy no fueron buenas, fueron malas, pésimas, pero con el concurso de Margoth, como le decía él, se fueron mejorando y después del matrimonio, no por los nietos, sino antes, fueron óptimas y se convirtió en otro papá y creo, yo en otro hijo; era un buen consejero y magnífico amigo y ahí sí pude conocerlo a fondo con el corazón abierto: como luchaba las 24 horas del día para sacar adelante una numerosa prole donde hacia de papá y mamá, pues Doña Margot murió muy joven, en donde Hilva y Mercy lo ayudaban y para ello comenzaron a trabajar muy temprano, sorteando de manera permanente y desinteresada los gastos cotidianos y habituales de un hogar y él sin descanso, de día y de noche, luchando a brazo partido, venciendo obstáculos, abriendo huecos para tapar otros, metiéndose en líos y deudas, buscando el dinero para poder girarle a seis hijos que en diferentes ciudades, Medellín, Tunja y Bogotá, cursaban sus estudios profesionales. Esa fue una hazaña, una gesta gloriosa llena de vicisitudes, pero que al final tuvo un fin triunfal y ahí están: Carlos, Álvaro, Iván y Rodrigo, abogados y triunfadores en la vida pública y privada; Malvina, residente en Barranquilla y próxima a ser abuela Delineante de Arquitectura e Inés Beatriz, Bacterióloga de La Javeriana que ejerce su profesión en Houston, al lado de su esposo médico Eduardo Gloria, que, nos duele decirlo, es mejor que no vuelva por aquí porque se va a matar a ron y cigarrillo; pero no solamente los que se hicieron profesionales viven bien, sino que todos sus hijos marchan por buen camino, ya llenos de nietos y biznietos: Gladys, está joven y bella rodeada de comodidades y del cariño de todos sus hijos, nietos y sobrinos, Hilva goza de bienestar mimada por sus hijos y nietos, Edda, Alicia y Fanny, lo mismo, Miriam bella y conservada al lado de su esposo Manuel, más no le puede pedir a Dios, lo mismo Carola y para que hablar de Hernando (El Papi) que se presentó y fue el espectáculo en la fiesta con un chorro de hijos, nietos y biznietos que contribuyeron a darle colorido a la gran reunión.
Cuando mi suegro tenía que vender una finca para ganarse la comisión de donde iban a salir las pensiones y matrículas de los “muchachos”, convertía un desierto en un oasis y si era buena la transformaba en un paraíso, pero de que la vendía la vendía.
Punto aparte Mercy, mi esposa, con sus hijos y nietos, pero gozando de la media pendejaíta de tenerme a mí y a su hermana, mi cuñada María Luisa, la archifamosa “Tía Icha”, la otra mamá de mis hijos que se dan el lujo de tener tres madres, pues ahí también está Lourdes, la mandona de mi casa, con 35 años de compañía permanente, pero que pronto nos dejará ya pensionada y tendremos que irla a visitar a su natal Guacoche.