“Mi padre se jugaba conmigo y yo me jugaba con él”
En el LP titulado “El jardincito” en el año 1972, los Hermanos López con la voz de Jorge Oñate incluyeron la canción “Mi gran amigo”, uno de los mejores merengues que he conocido en la música vallenata en el cual Camilo Namén Rapalino en rítmico derroche de sentimientos encontrados, hace pública su gratitud por el viejo que se le fue.
Cada año con la celebración del “Día del padre”, viene a mi mente esa obra musical, sabiendo que ya el mío ha compartido con el hijo de Dios el camino misterioso de la muerte, pero también reverdece en mí la muy íntima convicción de que también con él habrá de compartir el camino glorioso que conduce a la resurrección.
Era Evaristo mi padre, el maestro autodidacta que sabía de todo, fue el político que no ejercía la política para su enriquecimiento personal sino para servir a la gente, y no para servirse de la gente.
Vienen a mi mente sus elocuentes discursos buscando ilustrar y convencer y no como sucede en nuestros tiempos donde el discurso es sustituido por ron y músicos; también recuerdo sus consejos para que todos estudiáramos, sobre la importancia de la familia como núcleo esencial de la sociedad y sobre el manejo inmaculado de las cosas ajenas.
Hoy mi viejo no está pero su legado de honestidad es imperecedero, y constituye la mejor herencia que de él recibimos, solía decir que “las personas no deben preocuparse tanto por el cemento y el ladrillo y dedicar más tiempo a construir edificios humanos invirtiendo en la cabeza y la formación más que en bienes materiales”.
Se desempeñó sin reproche alguno como Alcalde de Riohacha, de Uribia y de San Juan, como Personero de Riohacha, Corregidor de Carraipia y de Cuestecitas, y culminó sus treinta años de servicios al Estado sin ninguna tacha disciplinaria, fiscal o penal, muy a pesar de que sus estudios cursados solo fueron hasta tercero elemental, porque los medios de entonces no le permitían ir mas allá.
Hoy cuando la inversión de valores asfixia las esperanzas para un mundo mejor, cuando hemos dejado de valorar a la gente por lo que sabe para exaltar lo que tiene, y la gente buena tiene que guardar silencio ante las atrocidades de la gente mala, echo de menos al maestro que me enseñó mis primeras letras, al padre complaciente cuyo regreso de viaje siempre esperaba ansioso porque sabía que algo traía para mí, a mi viejo respetado ante quien jamás fui capaz de tomar una copa de licor; a quien estando niño me contó la historia de un hombre tan loco que todo lo daba y mientras más daba, mas tenía.
Definitivamente ¡un papá así nunca muere!
TW: @Nene_AcostaM