(Ahora que yo quería tener mi madre viva pregunto por su vida y me contesta el dolor. Antonio Aguilar)
En obediencia a la perentoria orden de la divina providencia ha dejado de existir mi madrina Olga Ibarra, quien por voluntad inequívoca de Evaristo y Clara, mis viejos, nos llevó a la Pila Bautismal a Chichi mi hermano y a mí, un veintidós de Mayo durante la celebración de las fiestas patronales de Santa Rita de Casia en Mongui, y por lo mismo por su intercesión recibimos el primer Sacramento.
Mi madrina, fue la comadre, prima, amiga, socia y confidente de mi vieja hasta cuando Dios me la quito; Juntas compartían las satisfacciones y las penas y muchas veces las sorprendí con el cuello doblado, dormidas, cada una en una silla, cansadas de conversar.
No olvido cada veinticinco de Diciembre cuando estaba muchacho, y la visitaba tempranito para recibir la bendición pero sobre todo el aguinaldo que para los niños era era entonces lo más importante; muchas veces, para que me “Echara la bendición”, me tocaba hacer fila porque tenía más de una docena de ahijados en el pueblo.
Esa mujer de mano dura, hablar alto y corazón noble, era de las amigas de mamá que nunca cambio conmigo, fue hilo hasta el Carreto, y siempre me decía que solo se hubiera quedado a vivir en el pueblo si su comadre estuviera con vida, imposible porque la reina mía se había marchado para siempre ya.
Fue Olga la hija de Heriberto y Yuya quien junto al Tío Manuel una noche de tragedia y terror cuando había recién cumplido mis primeros diez años, quien nos llevo a su casa a mi vieja y a mí en medio de la oscuridad y el fuego de escopetas para brindarnos protección, lo que la dibujaba de los talones a la mollera como comadre de sus comadres y solidaria ante la adversidad.
Reía cuando le decía que ella y Gina Gámez eran quienes más pésames daban en la región, sobre lo cual le escuche decir “Comadre si alguien hace un viaje para darme pésame, cuando a esa persona se le ofrezca también viajare a darle el pésame y si se me muere alguien y la persona me manda un Marconi comadre cuando se le muera alguien también le mandare un Marconi porque eso es prestao”
A sus hijos mis amigos de infancia José y Adanolis, con quienes compartí pupitre cuando aprendí las primeras letras, Heriberto y el Chiche con quienes jugábamos en nuestros primarios años, sabiendo que el dolor de madre es incurable porque lo estoy viviendo, dedico estas palabras de las santas escrituras:
“Guarden siempre en su memoria los mandamientos y enseñanzas de tus padres, llévenlos siempre sobre su corazón, átenlos alrededor del cuello, les guiaran cuando anden de viaje, les protegerán cuando estén dormidos, hablaran con ustedes cuando despierten; los mandamientos y enseñanzas son lámpara encendida y las correcciones y los consejos son el camino de la vida”.
Ante los peligros de este mundo de gente mala y de gente buena que ya a su madre nos le pertenece porque su vida es ahora de otra dimensión, recuerden el Proverbio que me enseño la mía que dice:
“No cambies de lugar las banderas antiguas, ni invadas el terreno de los huérfanos porque ellos tienen un poderoso liberador que saldrá contra ti en su defensa”
Me imagino a mi madrina con mi vieja, absortas frente a los encantos de Dios disfrutando ya de sus expresiones de amor y ternura infinita.