El acordeonero, cantante y actor Éibar Gutiérrez, conocido como ‘El juglar urbano’, fue condecorado por el Senado de la República con la Orden del Congreso en el Grado de Caballero por sus 25 años de carrera artística en los que ha contribuido a la difusión, conservación y preservación de la música vallenata.
EL PILÓN dialogó con el artista vallenato sobre su exaltación e hizo un recorrido por las más de dos décadas de carrera musical, abordando sus inicios, su llegada a Bogotá y el desarrollo de su carrera actoral, la cual define como “un regalo de Dios”.
¿Cómo te sientes al celebrar 25 años de carrera artística?
Cuando me haces esa pregunta me remonto al niño que jugaba en los andenes de los barrios de Valledupar. Aunque a veces era futbolista o ciclista, lo que siempre estaba presente era el arte y la música. En el colegio Gimnasio del Norte premiaban las habilidades artísticas de los estudiantes y así fui construyendo al artista que hoy soy. Además, de alguna manera nacer en Valledupar tiene un vínculo directo con el acordeón, caja y guacharaca.
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Dios me dio la oportunidad de hacerlo realidad, empecé a figurar en los festivales de mi región y me corono como virrey en la categoría Aficionado del Festival de la Leyenda Vallenata. Me gradué como arquitecto porque mi mamá y mi papá me prohibieron ser músico y en esa época ser músico no era una profesión. Al terminar el bachillerato les digo que quiero ser músico y me dijeron que primero tenía que tener una profesión la cual ejercí por varios años.
Llegué a Bogotá con la maletica full de sueños, me dedico a hacer música en esta ciudad y es cuando nace la carrera actoral de una manera casual y sabemos que ese es Dios detrás de todo eso. Hoy por hoy me desarrollo como un músico que también actúa en producciones de televisión y de teatro.
¿Qué te inspiró a convertirte en acordeonero, cantante y actor?
Yo creo que nací acordeonero porque mi papá era amigo del ‘Turco’ Gil mis padres incentivaron mi carrera artística porque me ponían a hacer cursos de arcilla, de dibujo, entonces yo decía que ellos querían que fuera artista, pero en sus pensamientos había el temor de lo que en ese entonces acarreaba ser artista: era un hombre que tenía varios hogares, que tenía hijos en todas las ciudades.
También me lleva a ser acordeonero la cercanía con la música, estar en parrandas con Leandro Díaz, Everardo Armenta, eso a mí me lleva a soñar como acordeonero. Ahora el acordeonero no canta, pero los juglares de primera generación nos dejaron un legado y de ahí recojo eso. La actuación es uno de los regalos evidentes de Dios porque llegué a Bogotá siendo músico y me llaman a hacer la música para una telenovela que llamó ‘Tierra de cantores’.
Yo dirigía a los actores para que supieran cómo se tocaba el acordeón y había un personaje que no tenía actor, fue ahí cuando el director Juan Camilo Pinzón me dijo que hiciera el personaje y presenté el casting.
Participé también en la novela de Rafael Orozco y luego en la de Diomedes Díaz, paralelo a eso me llamó Dago García para hacer la película ‘Uno al año no hace daño’ y así fui haciéndome actor.
Recibiste hace poco la Orden del Congreso en el Grado de Caballero ¿Esperabas esa exaltación?
No sabía que ese premio y exaltación la Orden del Congreso en el Grado de Caballero existía. Cualquier día un buen amigo me escribió y dice: ‘Te propusimos para que seas exaltado con la Orden Gran Caballero, duré 20 minutos sorprendido, pasó como un año y luego me llamaron a confirmar la máxima distinción.
Estas son las cosas que le animan a uno, porque debo decirte que esta carrera no es fácil, hay gente que cree que solo es lanzar una canción y ya usted famoso y feliz, pero no, esto tiene una complejidad tremenda: una cosa es el arte, otra cosa es la industria musical. La industria musical es agresiva, eso baja los ánimos y a veces te deprime. Recibo este premio feliz, es un compromiso y vamos para adelante.
¿Cuál ha sido el momento más memorable de tu carrera artística?
Recuerdo claramente cuando grabé mi primer disco. Mi mamá tenía un carro marca Suzuki y yo veía a esa señora que montaba 50, 100, discos cada vez salía a venderle a la gente del valle. Ella hizo una lista y salió a vender, para mí eso es memorable. También me acuerdo cuando gané el virreinato del Festival de la Leyenda Vallenata en la categoría Aficionado; mi mamá se puso un vestido rojo hermoso en la final. Ahora que tengo esposa y dos hijas me parece memorable la exaltación del Congreso de la República.
Eres uno de los músicos vallenatos que ha estado presente en la mayoría de las novelas o series sobre artistas de este género ¿Cuál es el papel que mayor recordación te genera?
Aquí voy a decir dos personajes porque una cosa es Colombia y la otra el exterior, pero mis dos personajes favoritos que he hecho uno de ellos es Juancho Rois en ‘Diomedes’ y el otro es ‘Egidio Oviedo’ en Rafael Orozco.
Con Juancho Rois me gané un premio TV y Novelas, que fue escogido por votación por el público. Juancho Rois llega a mi memoria porque me subo a un avión o llego a un restaurante y la gente me saluda como Juancho Rois y en Colombia me recuerdan por ese personaje, pero cuando salgo del país que voy a Sudamérica o Centroamérica, me recuerdan es por mi personaje en Rafael Orozco, donde hice a Emilio Oviedo, pero por derechos de autor la producción creó a ‘Egidio Oviedo’.
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Una vez salimos en Paraguay de una vueltita a un parque con los músicos y de un momento a otro la gente me fue rodeando por mi papel en Rafael Orozco, la recordación fuera del país es mayor con esa novela y por eso creo que ese es mi segundo personaje.
¿Hay alguna canción o álbum que consideres especial en tus 25 años de carrera musical?
‘La ruta del reencuentro’ es una canción tremenda. Adrián Villamizar me la tocó en un andén en Valledupar, fue llegando gente, sacó la guitarra y se formó ahí una parranda tan bacana. Yo de una quedé flechado con esa canción. La he cantado en Bogotá, otras partes del país y le hicimos una adaptación.
Otra canción que marca mi vida es ‘Los novios’. Mi papá levantaba a mi mamá con esas canciones y al pasar los años Dios me da la oportunidad de grabarla a dúo Alfredo Gutiérrez. En total son 11 canciones que marcan mi vida y guardo, mi amor especial con cada una de las canciones que he grabado obviamente una vez salen al público.
¿Qué proyectos musicales tienes planeados para los próximos meses?
El mercado y la industria musical cambió. Antes se grababa un disco de 13 o 14 canciones y durante el año ibas trabajando canción por canción, no había videos y la industria musical era un poco más lenta. Hoy por hoy, por cuestiones de mercado por lo digital, los artistas modernos están sacando canciones cada 20 días, que no he podido adaptarme a eso, pero prometo lanzar una canción de las dos que tengo producidas. También estoy trabajando en mi academia de música de Bogotá donde tenemos niños desde los 4 años y gracias a Dios Bogotá ha sido bondadosa conmigo, tenemos presentaciones casi todos los fines de semana.
El 18 de julio vamos a Paraguay a la Fiesta de la Colombianidad que celebra el Día de la Independencia en la embajada y otras cosas que tenemos pendientes.
¿Cómo ves el panorama de la música vallenata actualmente?
El vallenato lo veo hermoso, renovado, dinámico. En mi academia tengo niños de 4 años que quieren acercarse al acordeón y significa que hay un relevo generacional bonito. Celebro las discusiones, los nuevos artistas, si Silvestre hace reguetón, el ‘Bandanato’, todo es válido para construir. Yo soy optimista, esperanzador, Dios le regaló la música vallenata como una manera de mostrarla al mundo y hay que echar para adelante.
¿Qué consejo le darías a los jóvenes que quieren ser músicos?
El mejor consejo que uno le puede dar a un ser humano es tener una relación con Dios. No es fácil esta carrera. Una cosa es hacer arte por inspiración y otra cosa muy distinta es la industria musical, la industria musical es muy agresiva, cambiante, no es lógica, no es coherente, no triunfa necesariamente el talento, no pega necesariamente la canción bonita. Sin embargo, cuando uno ama lo que hace es feliz y en medio de las vicisitudes que se pueden presentar.
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¿Qué legado le dejarías a la música vallenata?
Mi legado en una sola palabra es amor. Creo que si haces algo debes hacerlo con amor; sí recibes algo, debes recibirlo con amor; si los nuevos están proponiendo algo con amor habrá un mundo distinto. Lo que pretendo yo es dejar un legado más allá de la música, más allá de la actuación, más allá de las personas, lo que pretendo dejar es el amor.
POR: LUCÍA MENDOZA CUELLO/ EL PILÓN.