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Mi cuarto de espadas

Todos los días los diferentes medios de comunicación y las tales redes sociales  nos bombardean de informaciones  -y de desinformaciones – hasta el punto  de provocar no solo pánico sino saturación, confusión que cómo en mi caso me ha llevado a revisar    ocasionalmente las estadísticas, porque lo demás ya está dicho.                                                                                                                           Hay momentos en que no se sabe si lo que leen son los datos de la Registraduría en las elecciones,  las medidas de la señorita Santander  o qué cosa.  La repetición de la repetidera y los estribillos quédate en casa, lávate las manos, usa tapabocas, lo que hubiera podido  evitarse  canalizando  en forma exclusiva por el Gobierno nacional  las instrucciones  generales , pero los picos y placas, placas y géneros , géneros y transgéneros , los de aquí y allá, y muchos que no saben en dónde están parados  y una sociedad sorda e irreverente  y “pendeja”, cómo dice el alcalde cartagenero que no sabe el nombre  de los por él señalados cómo  corruptos y luego da una lista y dice: ¿serán estos? Sabe mucho.

La avalancha ha tapado unas pocas verdades que son con las que tendremos que lidiar.  Por ejemplo un  científico, de los cientos que en estos días han aparecido, no sé  de donde, nos manda a decir que todos nos vamos a enfermar, noticia mala pero recordemos que el 80 % ni cuenta se dará, noticia buena. Sabrá uno qué clase de ruleta rusa es este asunto. Pero hay un 20 % que se mueve entre lo leve y lo gravísimo, de muerte que por poco que sea porcentualmente se traduce en cientos, miles de camas y respiradores o ventiladores que son los que no existen.

El mensaje más claro que deja  lo que nos está sucediendo es  que  todavía no tenemos  derecho a enfermarnos  porque no han llegado las camas y los ventiladores, que ya están llegando y que para finales de junio nos esperan con los brazos abiertos. 

Y en el fondo no es saber  tanto “cuántos”, sino cuándo  y ese “cuándo” lo embolatamos, aplazamos unas semanas, con la cuarentena o confinamiento forzoso, “inteligente”, cosa ridícula,  pero ahora va a comenzar el baile,  lo que me hace recordar el juego con las bolas de candela en muchas de nuestras fiestas populares  y ahí sí que decimos “pendejo al que le toque” y lo de ‘pendejo’ es un decir pues más de uno caerá y no sabrá de donde vino el balazo. No será entonces una bala perdida  sino un virus perdido, que nos encontró  en su camino.

Pero es que la economía no aguanta más de 60 días cerrada y hay que abrir, noticia buena, pero es que si abrimos nos vamos a contagiar todos, noticia mala, pero para allá vamos pues si nos sueltan y no hay vacunas sucederá como en el juego infantil: la llevas.

Ya todos estamos avisados y si queremos más claridad miremos lo que está sucediendo  en Antioquia y por el otro lado lo de  la cárcel de Villavicencio o el departamento del Amazonas. ¿A quién nos vamos a parecer más?  Si será que en Antioquia habrá menos muertes que en la cárcel de Villavicencio. Ojo con lo que está pasando. Nadie nos ha hablado de las muertes por covid en Villavicencio, en su cárcel.

Esto de la pandemia para unos ha sido una gran tragedia, pero una gran cantidad ha lucrado de ella, bancos  encabezando  la lista y uno que otro corrupto a los cuales les están respirando en la nuca.   

En los tiempos bíblicos se señalaba la casa de los justos con sangre de cordero y la peste no entraba, hoy o no hay corderos o no hay pintores.

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