Nadie elige su país de origen, porque el nacimiento de cada persona es un acontecimiento circunstancial; mejor dicho, depende, de donde están las mujeres embarazadas en el momento del parto.
Lo anterior lo traigo a colación, por los compatriotas inconformes de su nacionalidad. Aunque algunos tengan resentimientos, en realidad, no es nada agradable escuchar a un conciudadano renegando de su país de origen.
Si bien, es cierto que Colombia no es el mejor país del mundo, por lo menos sus coterráneos deberíamos admitir que no es el peor, y a la vez, estar agradecido de que en su territorio haya muchas riquezas naturales que, desafortunadamente, los mismos colombianos hemos despilfarrado. Lo más grave es que malgastamos tal fortuna, peleando por obtener la mayor parte posible, sin importar que foráneos nos exploten, tampoco inquieta la práctica sistemática de irregularidades con el propósito de participar en la repartición abusiva.
En modo alguno estoy en contra de la lucha por vivir en un mejor país; sin embargo, disiento en que el mejoramiento del bienestar se consiga a través de las armas y mucho menos cometiendo injusticias, en las que la mayoría de las víctimas es gente inerme y muchas veces ajenas a las situaciones conflictivas.
De veras, repudio aquello de que el fin justifica los medios, porque induce a cometer delitos crueles que llevan al incremento de los rencores y venganzas ejecutadas con mayor ferocidad y ataques indiscriminados, tal como los atentados terroristas que a menudo ocurren en nuestro país.
Rechazo rotundamente la polarización presente en nuestro país, a tal punto, que quienes no defienden a ninguno de los bandos opuestos, son considerados como enemigos de las ideologías en contienda. Condiciones radicales, extremadamente peligrosas para los activistas defensores de los derechos humanos y promotores de alternativas pacifistas.
En todo caso, lo cierto es que no renunciaré a mi ambición de que las nuevas y próximas generaciones de nuestro país, más temprano que tarde, logren vivir en mi Colombia de ensueño, donde la salud de su gente tenga una oportuna atención con tratamiento integral de manera eficiente y eficaz, que no se muera por enfermedades prevenibles. Además, que la ciudadanía colombiana elija a sus gobernantes sin ningún tipo de constreñimiento.
Adenda: el martes pasado, fui invitado con mi esposa, Marta Orozco Bernier, al agasajo que le brindó PROMEDICO, en el Hotel Sonesta, a los médicos internos que culminaron sus prácticas en el Hospital Rosario Pumarejo de López, que anualmente recibe 105 médicos internos de varias universidades del país. PROMEDICO es un fondo financiero, creado en Cali en 1974, actualmente tiene oficinas en diferentes ciudades, para ayudar exclusivamente al gremio médico, en la financiación de estudio de especialidades, adquisición de viviendas, vehículos y otros beneficios.
Felicitaciones a la enfermera profesional, Olga Esther Hernández, quien es la coordinadora del desarrollo del programa de médicos internos, quienes les guardan aprecio y respeto. También felicito a, Germán Storino, médico especialista en cirugía general, actual presidente de la junta directiva de PROMEDICO, a quien le doy las gracias por el delicioso regalo de manjar blanco y chontaduros de Cali