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Mi causa ambiental

Desde el primer día que pisé Valledupar, tierra hermosa y majestuosa, que siempre se ha caracterizado por la pujanza y el tesón de sus pobladores, aprendí frases que encantan y contagian de alegría, así como compadrazgos llenos de hermandad y mucha sinceridad. En esta tierra mágica que esta esculpida en la base milenaria del conocimiento ancestral de sus primitivos moradores, este Valle que me acogió como su hijo y me permitió echar raíces para quedarme, hoy me permite escribir los pensamientos del rumbo que yo elegí acompañado de mis acciones y labores ambientales.

Puedo decir con orgullo que me siento un nativo de la Sierra, ya que me plazco y disfruto de la sabiduría ancestral de mis hermanos mayores, a quienes escribo estas letras con respeto y responsabilidad acerca de los acontecimientos ambientales de la región Caribe, y en especial, de las situaciones que involucran a esta mágica ciudad. Valledupar es una tierra fantástica, pero que absurdamente no tiene progresión ambiental, infortunadamente los excesos son la causa de su gran debacle; uno de ellos es la cantidad inmensurable de árboles que la cubren sin planificación y con poca educación ambiental para su cuidado; a pesar de los esfuerzos de algunos gobernantes de antaño que se esmeraron porque Valledupar tuviese sombra y frescura.

A eso sumémosle las condiciones naturales que aportan la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, donde se establece el nombre que mundialmente es conocido como el Valle del Cacique Upar, este privilegio único en el mundo que permite el encuentro de dos sistemas montañosos totalmente distintos, pero que además se complementan por poseer un sinnúmero de riquezas minerales que hoy representan tragedia y soledad para sus moradores, en especial para las etnias indígenas asentadas ancestralmente y que desde su cosmogonía lo asumen como un dolor de madre, porque es a ella a la que le han cercenado sus entrañas para despojarla de sus riquezas minerales que en un comienzo se creía representaba el bienestar para sus hijos y actualmente son la desgracia de toda la región.

Es un privilegio poder contar con muchas personas que a diario se esmeran por aportar un granito de arena a la preservación y conservación de nuestros recursos naturales y que me hacen sentir acompañado. Debo decir con agrado que no estoy solo para continuar con esta misión, aunque debo recordarles que los recursos naturales que aun poseemos son extremadamente inmensos y es por esa causa que aun no somos capaces de comprender la necesidad imperiosa de romper el paradigma ambiental y virar hacia un estado de cuidados y conservación; aunque por indiferentes que parezcan algunos ante esta situación tengo la certeza que ellos también tienen la esperanza de un día mejor.

Por Miguelángel Sierra

 

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