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Mi arenga silenciosa

Así le respondí a un amigo doblegado por el pesimismo de una vida mejor.

—Estoy cansado por los años y las dificultades vividas. Ya quiero vida tranquila y apacible. ¡no más! —…, me decía.

¡En la lucha permanente está el triunfo! ¡No nos dejemos vencer!

Así pienso y siento cuando la paciencia trata de agotarse ante las tantas calamidades humanas, ante la miseria despiadada que patrocinan los señores del poder usurpado, que hoy en día, bajo el seudónimo de socialistas o cualquier otro apelativo, se amparan y sobre todo ante la indiferencia de los débiles de corazón quienes bajo la manta de servidores sociales se arropan para no mostrar su antipatriotismo.

No es justo tanta injusticia en una sociedad tolerante y sumisa, donde la humildad es confundida con la cobardía en los nobles, y los soberbios e ignorantes asumen el mando sin control, bajo el patrocinio de una comunidad desesperada por el dolor, el hambre y el olvido, en donde la única solución está en delegar el poder en los parlanchines del resentimiento. ¡Qué horror!

A veces rendirse parece una opción fácil, pero la dignidad obliga a lo contrario cuando la vida parece vencida y las fuerzas declinan por completo; es entonces cuando aparece lo sobrenatural y el ánimo de lucha se enciende, y con llamaradas que avivan el entusiasmo se logra vencer la más difícil de las tareas. ¡Ánimo, mis amigos del bienestar y de la vida!

Esta ha sido mi forma de lucha permanente, ganar, perder y más que todo perder, pero sin declinar; me siento orgulloso de aún estar vivo y esto me obliga a seguir dando batallas, pues aún hay muchas cosas por hacer por la sociedad.

Escribir a través de la verdad, es una de ellas, para que la historia de las familias no se diluya tan fácil y la perversidad sea derrotada constantemente a ver si logramos enderezar un poco los sistemas que lleven a un bienestar social generalizado, que permita por lo menos, hacer sostenible la supervivencia en un mundo  donde todos y cada uno tengamos la oportunidad de reír; aunque sean sonrisas efímeras, para que la misma naturaleza nos abra sus puertas en demostración de que lo poco que hacemos está dentro de lo normal; aunque el peligro, actividad ejercida por los enemigos del bien, nos asedie sin descanso poniendo  a nuestras espaldas su terror.

Ya está bueno, tanta indiferencia. Tenemos una obligación moral para con la familia, la sociedad en general, la humanidad completa y en especial para con las nuevas generaciones, de modo que nos estamos atando las manos nosotros mismos ante los enemigos de la democracia, y así nos estamos quitando la oportunidad para una vida mejor,  cometiendo el pecado mortal de ver destruir con tanta simplicidad, a un mundo en el que Dios empleó siete días en su diseño y construcción dada su inmensa sabiduría, y nosotros queramos destruirlo en milésimas de segundos por el simple hecho de darle mal uso a esa sabiduría, que éste nos delegó cuando trató de hacernos a su imagen y semejanza;  pero creo que nos equivocamos, pues solo hacemos por familiarizarnos con su enemigo: !el diablo!

Siempre hay molestias en quien recae la verdad, pero al final se termina agradeciendo. Cuando nos cansamos del bien nos volvemos débiles y es allí donde entregamos nuestro espíritu. No dejarnos agotar es propio de los patriotas. Estar de pie y permanecer de pie, es una buena señal.

Por: Fausto Cotes N.

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