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Mercedes Mora de Lacouture

Hay mujeres recias y hay mujeres tiernas, pero cuando se unen las dos condiciones resulta una mujer total, aún más, cuando la mujer tiene igualmente una fe inquebrantable, se convierte en un ser único: ejemplo de vida y recuerdo imborrable después de su dejar de ser.

Nadie nos presentó, pero nos saludábamos con afecto; no supe de su épica existencia, de su lucha con la adversidad, ni del misterio de su sonrisa que esgrimía como arma contra los peores momentos.

Solo conocí a Mercedes Mora de Lacouture, cuando ya estaba con Dios, y fue a través de un escrito, de esos que llegan a nuestras manos como un regalo, y no pude resistir la tentación de escribir sobre ella, sobre su literatura clara y sublime; tarea difícil porque no puede haber ni un sesgo en el tratamiento del tema.

En una hojita, ‘Testimonio de Fe´, que me regaló una prima, y en mi afición por desmenuzar los buenos escritos, me encontré con una historia conmovedora, me llenó el corazón de una emoción extraña y sentí que se hubiera ido, pensé que si me había conmovido tanto, la desolación de su esposo e hijos debería ser muy grande.

Merce quizás no fue consciente del don fabuloso que tenía para escribir, en un solo relato de la tragedia, se aprecia su capacidad narrativa, fluida sin subterfugios ni florituras, y con un contenido de vida profundo: “El sufrimiento nos acerca más a Dios, difícil de entender este misterio”, escribió cuando contó los difíciles momentos del accidente que sufrió con su esposo Alfredo y luego la dura enfermedad que palió hasta el momento de su partida.

En el escrito de Merce, el leitmotiv es la fe, sí, una fe afincada en el darse: “Son pruebas difíciles de enfrentar, que solo pueden ser superadas por la fe y por el infinito amor de Dios que no ha dejado de hacerse sentir a través del amor y la atención de mi esposo, de mis hijos, de familiares, amigos y comunidades. Los momentos difíciles los ofrezco por aquellas personas que no lo conocen y por los enfermos. Nunca le he pedido por mi salud”, así con enjundia demuestra que los demás estaban primero que ella.

La hojita publicada por Missio, no solo es digan de leerse, sino de comprender que al hacerlo nos volvemos un poquito mejores, un tanto valientes, porque nos muestra la manera sabia y piadosa de asumir la tragedia.

Me duele no haber charlado, aunque fuera media hora, con Merce, habría sido un momento gratificante, pero me consuela su escrito en el que deja sus sentimientos, su valentía, su alma y su ser.

Mientras leía y repasaba su nota, no sé por qué me punzaba la mente el recuerdo de Santa Teresa, la doctora de Ávila, al final comprendí que Merce, era de las que como la santa sentían eso de que “Tan alta vida espero, que muero porque no muero”.

Merce fue un canto de vida y de amor.

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