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Mentiras

Esta canción de Daniela Romo, que se hizo famosa desde 1983, es el himno del gobierno Petro. Desde la campaña presidencial, cuando decidieron que la estrategia sería correr la línea ética, pasando por el caso Sarabia, la invitación del canciller a no creerle a Armandito Benedetti por ser un drogadicto, la extraña muerte del coronel Dávila, hasta el caso de los 4 niños indígenas perdidos en la selva del Guaviare, dejan dudas y más dudas por una sencilla razón: en todos estos ejemplos, seguro que ha habido muchos más, nos han mentido flagrantemente.

Ahora parece que la plata que generó todo el caso Sarabia y las chuzadas a Marelbys Meza, era del presidente Petro y la suma llegaría a los 3 mil millones. Por eso se generó todo lo que pasó, desde los interrogatorios en edificios adjuntos a la Casa de Nariño, pasando por la muerte del coronel Oscar Dávila. Cuando Laura Sarabia se dio cuenta de que la plata se había perdido, se desplegó todo un proceso para recuperarla, sin importar lo que se tuviera que hacer. Lo importante era cumplirle a Petro y entregarle su platica. Un entuerto más de esos a los que nos están acostumbrando. 

Ojalá el país pronto pueda tener acceso a la verdad sobre lo que realmente pasó. El llamado cambio se encaminó a mentirle sistemáticamente al país, cada día se evidencia más el desastre de gobierno que se eligió el año pasado. Maldita la hora en la que 11 millones de incautos le entregaron el país a una recua de hampones que, a su vez, le vendieron el alma al diablo para ganar. 

El muy nombrado “golpe blando” por parte del presidente es otra gran mentira, “la paz total” es otra de esas distorsiones de la realidad que el gobierno defiende; la verdad verdadera es que muchos en las tropas de nuestra fuerzas militares se encuentran inconformes con lo que está pasando y ni qué decir de las reservas; y que los delincuentes, las bandas criminales, la mafia y el Ejército de Liberación Nacional -ELN- están interesados en participar en la pacificación de Colombia, queda en entredicho cuando este último sigue secuestrando y haciendo de las suyas. El país está inundado de coca, los mafiosos, que aportaron millonadas a la campaña del Pacto Histórico, están dichosos cosechando lo que sembraron. Colombia sí cambió, no hay la menor duda. Ahora somos un estado paria, el paraíso para quienes se lucran gracias a actividades ilícitas, hemos caído muy bajo.

Aquí no hay sorpresas, lo dijimos, nos anticipamos. Basta con recordar que Petro es un guerrillero retirado, que llegó a la política gracias a una amnistía a la que avispadamente se acogió, que fue destituido por la Procuraduría General de la Nación en sus épocas de alcalde -por haber puesto en riesgo la salud de los bogotanos por sus decisiones erráticas frente al manejo de las basuras-, que recuperó su cargo porque se fue a llorar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos; a Petro no lo exoneran, a Petro lo indultan o lo protegen los organismos internacionales mamertos. Si en manos de los jueces estuviera su suerte, esta sería bastante diferente. 

Recordemos también el motivo por el que lo llaman “el Cacas”; en sus épocas de insurgencia -aunque realmente no me queda tan claro que hayan terminado-, defecaba sobre los secuestrados del M-19, ya que sus celdas, cavadas en el piso, eran sus letrinas. A este personaje lo eligieron 11 millones de soñadores; por su error ahora 50 millones vivimos en el horror y la vergüenza.

Las ideas de Petro lograron congregar a los personajes más corruptos -Benedetti, Roy, Piedad Córdoba, Samper, los guerrilleros del país, etc.-, el Congreso marcha a su ritmo y se encontró con Rodolfo Hernández en segunda vuelta, lo que le puso la presidencia en bandeja de plata. Todos los días cientos de colombianos salen del país buscando la tranquilidad de la que disfrutamos hasta el 6 de agosto pasado.

Ya no queremos que se sigan aprobando las reformas del gobierno Petro que nos arruinarán a todos. Quedan 1130 días de esta tragedia, le pedimos al dios Cronos que corra a mil por hora porque Colombia ya no aguanta más.

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Jorge Eduardo Ávila: