Por: Oscar Ariza Daza
Dice una frase célebre de Gustave Flaubert que una verdad deja de ser verdad cuando nadie cree en ella; por eso cuando alguien afirma que el vallenato tiene crisis de compositores, establece una peligrosa verdad; tan arbitraria como toda verdad absoluta, pues se detiene a analizar sólo a ese vallenato que se escucha como mercancía en las emisoras, desconociendo que aún en las esquinas de los pueblos, en las parrandas naturales y cotidianas, y no en las prefabricadas, se compone y se escucha vallenato puro, vallenato del bueno, que hoy a muchos les produce indiferencia.
En esas parrandas y en los festivales de compositores seriamente organizados, se encuentran muchachos con excelente nivel musical y estético en sus composiciones, se escuchan canciones nuevas de calidad que a los comerciantes de música vallenata hoy no les interesa; aun así, no dejan de elaborarse, esperando algún día que la quejadera cese y que los profetas del desastre comiencen a generar acciones honestas en defensa del folclor.
Parte de esa crisis que enfrenta el vallenato, mucho más allá de sus composiciones, tiene su origen en la perversa mercadería en la que ha entrado nuestro folclor, para convertirse tristemente en una mercancía sin control de calidad, por culpa de quienes corrompidamente redireccionaron el objeto del vallenato; lo volvieron chiste y morbo, en la medida que representaba ganancia para ellos.
Ya el arte por el arte, del que hablaba Flaubert, dejó de funcionar en la música vallenata y ha quedado demostrado que no se necesita de calidad estética, poética, ni manejo narrativo en una canción, sino de una buena palanca y de muchos billetes para que los falsos gurús de la radio, me refiero sólo a los inescrupulosos programadores y presentadores, la hagan sonar muchas veces al día y a fuerza de dinero la pongan de moda. Una moda efímera, por supuesto, pues la mejor medida para establecer la calidad de las canciones, es su posibilidad de mantenerse vigente en el tiempo.
Enfocarnos solo en las composiciones mediocres para afirmar que las canciones vallenatas están en crisis, es desconocer el enorme semillero de buenos compositores que existen en los pueblos y ciudades, que aún componen impulsados por el amor a la mujer, al paisaje o a su cultura; es darle la estocada final, acallando a aquellos que pese a su talento, han sido marginados por la mafia y la corrupción que viene descuartizando nuestro folclor, pues hay mucha gente interesada en que no existan buenos compositores, ya que se les acabaría el negocio y chantaje con el que se han enriquecido.
El día en que el Estado colombiano, en manos de los gobiernos departamental y municipal comience a ejercer dominio, autoridad, control y sanciones drásticas sobre esos comerciantes de la cultura que en forma inescrupulosa cobran a cantantes y agrupaciones para validar la llegada de canciones que no por sonar en acordeón son vallenatas, pero que bajo el argumento de no haber composiciones buenas, las pegan en las estaciones de radio; entonces volverá a sonar el vallenato de calidad, el que nunca ha dejado de producirse en viejas y nuevas generaciones, a pesar de que a las disqueras y a muchos cantantes no les interesan, pues su objeto de deseo está puesto en el dinero; no en la defensa de la cultura y como tal del buen vallenato.
Las composiciones no están en crisis. La verdadera crisis está en el corazón de aquellos que manipulan y comercializan sin escrúpulo la música vallenata para enriquecerse, pues el día que las canciones con calidad vuelvan a grabarse, no necesitarán otro impulso más que su calidad estética para sonar en las emisoras y programas de televisión. Los payoleros saben que una buena canción no cede ante el chantaje de quienes cobran por hacerla sonar, por eso es más benéfico para ellos que hayan canciones mediocres, porque ellas dan vida a esa terrible mafia que en contraprestación las mantiene sonando, a sabiendas que “El arte malo es mucho peor que la ausencia de arte.”