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Menores lejos de la guerra

El próximo 10 de septiembre será sin duda un día especial porque comenzará el proceso de salida de campamentos de las Farc-EP de los menores de edad que se encuentren en estos. El anuncio lo hicieron a través de un comunicado conjunto el Gobierno Nacional y las Farc, como consecuencias del acuerdo adoptado en la Mesa de Conversaciones el pasado día 15 de mayo de 2016.

Será la Unicef (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia), la que se encargará de recibir a esos menores que fueron obligados en su mayoría a ingresar a las filas de la guerrilla de las Farc. Estos jóvenes que se espera se reincorporen de la mejor manera a la vida civil, estarán primero en centros de “acogida temporal en los que residirán hasta que las instituciones competentes decidan los lugares en los que se procederá a realizar el proceso de reincorporación e inclusión social”, como textualmente lo anunciaron las partes.

Es un gran paso, hay que reconocerlo. Muchos de esos jóvenes hoy no tienen sus documentos de identidad y el hecho de tenerlos los hará sentirse parte de una comunidad con todos los beneficios que ofrece el Estado.
Este es un proceso que requiere rigurosidad, para que no se quede ni un menor por fuera de la reincorporación y no se vayan a alimentar las filas de las bandas criminales.

Precisamente El PILÓN conoció un caso de reclutamiento de un menor, ocurrido en noviembre pasado en la Serranía del Perijá, pero en territorio venezolano. Afortunadamente por los avances que se dieron en La Habana lo sacaron de las filas, pero de manera informal, sin los protocolos que implica la reincorporación establecida por el gobierno colombiano.

Hoy ese joven, que al parecer es indígena kankuamo, sigue en tierra venezolana y a pesar de la solicitud de su madre a las instituciones para que lo trasladen al resguardo, no se ha podido. Ojalá esté menor de edad no se quede por fuera de la entrega que iniciará en seis días con la observación de organizaciones internacionales. Así como este caso, seguramente existen otros que se podrán resolver con este proceso.

Los niños deben estar en las escuelas, jugando en los parques, no con fusiles al hombro.

La esperanza de este proceso de paz, con todos sus reparos, es que el orden de las cosas tomará su rumbo.
Hay que resaltar que “todas las fases de este proceso se realizarán con estricta observancia del interés superior del niño, niña y adolescente”. Que no se quede ni un niño en la guerra.

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