X

Es mejor un mal arreglo que un buen pleito

Es una verdad paradigmática el nombre de esta columna. En todos los armisticios del mundo, los tratantes siempre han tenido que sacrificar algo de sus pretensiones iniciales, esa disposición altruista debe ser la base de cualquier arreglo, lo primero que debe darse es un pierde-pierde entre las partes para que al final se produzca un gana-gana para la sociedad, los pequeños detalles, los que animan el ego particular o grupal deben quedar sepultados.

Lo importante es que ninguno de los que estén en la mesa de negociaciones se imponga ante el otro y que todos queden satisfechos porque se ha concertado sobre aspectos fundamentales. La segunda guerra mundial, dicen algunos politólogos, en parte surgió por las cláusulas asimétricas del Tratado de Versalles que en apariencia desfavorecía a Alemania pese a ser firmado por 50 naciones: se aplazó una guerra y se engendró otra. Estas parecen ser las dudas de algunos sectores ligados a la política y a la economía del país en torno a los acuerdos de La Habana que, sin conocerse, comenzaron a litigar los rábulas del diablo influenciando a amplios sectores de la vida nacional, a los cuales siempre se les maneja emocionalmente. Por fortuna, ya se sabe qué se acordó en Cuba, la comunidad internacional habla de la magnanimidad de este acuerdo.

Aquí en el país, lo que brota es un celo de protagonismos; Pastrana ganó la presidencia con las banderas de la paz; su video con Tiro Fijo lo catapultó; duró más de tres años cediéndoles territorios y garantías a las Farc, fue una puja de ofertas pero no tuvo el equilibrio para mantener el proceso. Uribe lo intentó pero no tuvo el filin para ello, la guerrilla nunca confió en él; más cómodo le resultó reinsertar 36.000 “paracos” (nadie creyó que fueran tantos), con cárceles para pocos, con ingresos salariales para muchos y extradición para algunos jefes; con razón las Farc no confiaban en él.

Las ofertas del Caguán y Santa Fe de Ralito fueron mucho más generosas que las de Santos en La Habana, pero ahora, como plañideros, recordando su fracaso, se rasgan las vestiduras con desinformación patriotera. Ellos quieren seguir la guerra pero el único muerto que han puesto es el padre de Uribe aunque existen otras versiones sobre su deceso. La guerra trae muchas consecuencias: narcotráfico, minería ilegal, bandas criminales, agotamiento fiscal. Los gastos militares de Colombia ascienden al 3.5% del PIB, el más alto de Latinoamérica; hablamos de unos 30 billones de pesos actuales por año.

Estuve en el foro Semana sobre los acuerdos de La Habana, invitado por esta revista, salí satisfecho. Un acto emotivo fue el abrazo fraterno entre Jorge Pupo, hijo, con Jaime Palmera, quizás, con el visto bueno de Jorge padre y Ricardo, quienes se enfrentaron en el torbellino de una guerra que a ninguno le sirvió. Hace algunos meses, por este espacio, sugerí la conveniencia de este abrazo entre “40” y Trinidad, en la plaza Alfonso López, fundiendo sus banderas. Oportuna, clara y coherente la intervención de Andrea Ovalle, la alcaldesa de La Paz. El SI es reconciliación.

Categories: Columnista
Luis_Napoleon_de_Armas_P.: