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Médicos Vs señores

Por Mary Daza Orozco

Tengo amigos médicos, del alma, admirados y entrañables, esos que hacen que su profesión sea noble,  la gran esperanza de vida y de que el dolor se calmará.

En Memorias de Adriano, de Margarite Yourcenar, se leen las palabras del monarca vencido “Es difícil seguir siendo emperador y tener calidad de hombre, ante un médico…”, sintió que su endeble y corta vida estaba en manos de la majestad del doctor. En la actualidad a los que se les ha olvidado guardar la calidad de hombres es a algunos médicos que si estudiaron para restañar heridas más bien las causan.

Los tiempos han cambiado, es verdad, los afanes ante las filas inmensas de los que esperan por un poco de salud, agobian al más paciente de los médicos, pero ese no es motivo para olvidar la condición de señor, la elegancia que debe derrochar un ser privilegiado que tiene la confianza, la fe de muchos, en sus manos. 

El médico, ser humano, falla, ¿y quién no?, pero su amabilidad nunca debe flaquear, no esgrimir una arrogancia que va en detrimento de la fe que se deposita en él, una arrogancia que lo lleva a ignorar el saludo amable del paciente que se siente amigo, porque si uno está en manos de un doctor ya lo siente amigo, no para contarle sus cuitas, ni para beber, ni rumbear, sino para agradecer y retribuir en cualquier momento algo de la generosidad que tuvo con uno, así sea con una sonrisa.

La excusa siempre es que el sistema de salud los lleva a un estrés insoportable o que hay pacientes insoportables o que fuera del consultorio no se tiene que ser ni amigo, ni amable. ¡Qué absurdo! Es que ser caballeroso no se enseña en una facultad, es de cuna, de las entrañas de la familia y luego se cultiva a lo largo de la vida.

¡Cuántos casos de arrogancia y de maltratos de doctores he escuchado y padecido en estos días!, no en su condición de médicos sino de hombres. Uno se defiende, en mi caso trato como me tratan y sin miedo, pero los temerosos, los que ignoran sus derechos a la cortesía y al respeto, tienen que aguantar tanto y tanto…

Juan Rojano, mi inolvidable amigo, me dijo una vez: El  consultorio  lo lleva uno a donde quiera que vaya, ese  santuario en el que la sonrisa y la amabilidad deben reinar, se proyecta en cada instante, en cada encuentro con el paciente, de tal suerte que lo menos  es brindarle una sonrisa, un saludo y hasta un abrazo (él lo hacía y muchos hoy día) a alguien que se ha atendido,  eso  garantiza el éxito del proceso y la satisfacción como hombre de bien. 

A los que se siente zaherido, a los que trataron de humillar, de acallarles un saludo precioso, solo aconsejo que para sanidad de sus mentes olviden a esos médicos. Hay muchos, la mayoría, que son señores por encima de todo.

Mary_Daza_Orozco: