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¿Médico o economista?

Por: Leonardo José Maya Md

Otra vez volvemos al principio. El dilema de siempre, que es mejor un ministro de salud de profesión médico o un economista? En mi opinión, eso es buscar la fiebre en las sabanas, el asunto es el sistema.
Desde que se creó la ley 100 de 1993 Colombia ha tenido 24 ministros de salud, la mayoría médicos, el presidente Santos lleva tres, incluyendo al recién nombrado Alejandro Gaviria quien se desempeñaba como decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, antes había estado en FEDESARROLLO y fue subdirector del Departamento Nacional de Planeación.
Una de sus más apremiantes tareas será darle una solución al colapsado sistema de salud que ya no aguanta más remiendos y tendrá como reto una ley estatutaria ante el congreso de la república que haga los ajustes que se requiere.
La ministra saliente, Beatriz Londoño, anestesióloga, master en salud pública de Harvard, consultora y con amplia experiencia en el sector, exsecretaria de salud de Bogotá deja una buena imagen en el país por sus logros alcanzados, aunque solo duró escasos siete meses en el gobierno, logró terminar la unificación del POS, creó la primera política farmacéutica nacional, se aumentó la cobertura de cobijados por el sistema etc.
Veamos ahora la situación desde la perspectiva de las profesiones. El medico trae en su estructura mental su relación médico-paciente y se concentra en defender los intereses de su paciente buscando siempre su mayor bienestar sin pensar en su capacidad de pago ni en los gastos que esto demande, para él a salud es un derecho y cada colombiano es merecedor de un completo bienestar sin importar lo que le cueste  al estado.
El economista, formulador de políticas económicas, se empeña en optimizar los recursos para garantizar por lo menos un mínimo de salud para la mayoría de la población. El primero humaniza, piensa en la persona enferma, su paciente. El segundo garantiza, piensa en la población enferma, su problema.
Para el médico, el economista es un técnico planificador que convierte los servicios de salud en una mercancía y al paciente en cliente. Para el economista, el médico es un derrochador que no entiende las implicaciones político-sociales ni económicas ni del impacto a largo plazo que trae su actitud frente a los recursos del sistema. Ambos, en el mejor de los casos, quieren resolver la situación de la mejor manera, pero en medio de ésta situación está el veneno. La intermediación, las EPS, la cual debe velar  por la salud de su asegurado pero se dedican es a negarles medicamentos y procedimientos elementales y ponerle trampas y triquiñuelas al estado para quedarse con los recursos.
Las deudas con los hospitales y clínicas son abultadísimas y muchos están al borde del colapso. Así han operado desde su aparición y así continuarán mientras no se hagan las reformas sustanciales que necesita el sistema de salud en Colombia.

El problema no es de dinero, la plata está. Un análisis sencillo muestra que del presupuesto general de la nación se destinan 21 billones de pesos al año para salud, si dividimos esto por el número de habitantes concluimos que ese dinero alcanzaría  para que todos tuviéramos atención con tarifas del sector contributivo en todo el territorio nacional.
Pero el objetivo real no es ese;  en Colombia el negocio de la salud lo manejan los grandes grupos económicos del país y los congresistas, que hacen las leyes, están al servicio de las mismas o son socios de muchas EPS que roban y engañan al estado, lo que equivale a poner los ratones a que cuiden el queso. Ese es el tamaño de nuestra tragedia.

ljmaya93@hotmail.com
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